No doy como el mundo da
Dar fruto en la etapa Samekh significa unirse a Cristo, estar en su Reino, ser él nuestra cepa y nosotros el sarmiento. Dijo Jesús en el capítulo anterior a sus discípulos: “Yo no doy como el mundo da” y en esas palabras que ya hemos comentado, se encuentra la clave de actuación para esa hora. Al llegar a esa etapa no debemos dar como el mundo da. Tenemos que salir del mundo de los intercambios y dar sin exigir una contrapartida. Tenemos que ser una máquina de dar, sin esperar recibir más que ese fluido que corre por la cepa crística y que nos unge a la corriente del amor divino para que podamos dar más aún a la sociedad que nos rodea.
En el ciclo de la existencia humana, Samekh-Virgo rige los últimos 6/7 años de vida, según que la persona esté adscrita al ciclo de Binah, de setenta y dos años, o al de Hochmah, de ochenta y cuatro años. Cuando alcanzamos ese periodo, las pasiones ya nos han abandonado; también las ambiciones se han ido, los apetitos han disminuido y hasta nos ha dejado la nostalgia del pasado. Nos encontramos pues en óptimas condiciones para dar lo que poseemos sin esperar que los demás nos den.
Pero no debemos esperar esa edad para ser sarmientos de las cepas de Cristo. Cada año, entre el 24 de Agosto y el 23 de Septiembre, el Sol transita por el signo de Virgo, activando su dinámica. En ese periodo del año deberíamos realizar un ensayo general de esa forma de dar no como el mundo da. Es el tiempo del desprendimiento, del trabajo gratuito, y cuando la dinámica cósmica haya logrado establecer sus normas en el mundo material, veremos como los seres humanos, en este periodo del año, no trabajan para ellos, sino para el mundo, para colmar las diferencias entre países pobres y países ricos, entre clases altas y clases bajas.
Por ello Virgo, el signo modelador de la fuerza Samekh, está considerado tradicionalmente como el signo del servicio. Es el signo de la hora final en la historia de la penetración crística. En efecto, Cristo aparece cuando el Sol entra en Piscis por precesión de equinoccios. Históricamente, esto sucedió hace dos mil años, pero en la historia de nuestro proceso interno la entrada del Sol en Piscis puede haberse efectuado antes de esos dos mil años o puede no haber tenido lugar aún. Lo que cabe retener de este conocimiento astronómico es que Cristo inicia sus trabajos en Piscis y, siendo este el signo a través del cual liberamos nuestros sentimientos, el trabajo crístico empieza por purificarlos, a fin de que al exteriorizarlos, no mancillemos el mundo.
En el extremo opuesto a Piscis se encuentra Virgo, de modo que este último marcará el final de la trayectoria crística. En Piscis tiene lugar el perdón de las deudas en la medida en que nosotros perdonemos a nuestros deudores, es decir, en la medida en que renunciemos a exteriorizar los sentimientos impuros cargados con el odio, el rencor, el afán de revancha que han estampado en nosotros antiguas vivencias.
En Virgo resuena imperativamente el mandato: «Deja todo lo que tienes y sígueme», que Jesús lanzara al joven rico en un momento de su enseñanza. Los sentimientos puros constituyen la premisa inicial de la penetración crística; el abandono de los valores del mundo en su punto final. Los nacidos bajo el signo de Virgo están trabajando en los últimos retoques de la obra, y en la medida en que vivan a fondo esa dinámica, encontrarán su libertad.
Hemos visto, al estudiar el signo de Virgo, que en él se encuentran los sacrificados, los que tienen que liquidar sus posesiones materiales y vivir esa venida a menos que significa el pasar del bienestar material a la pobreza. Pero esto sucede cuando la dinámica crística no ha irrumpido en el signo, cuando Virgo no ha sido irrigado por la sangre del banquete crístico. Si el hombre de Virgo ha asistido a la Sagrada Cena y está dispuesto a darlo todo sin pedir nada a cambio, se habrá convertido en sarmiento de la viña de Cristo y se volcará sobre él la suprema abundancia, porque será alimentado por el eterno e inagotable manantial cósmico y, como Job, recuperará lo perdido y mucho más de lo que perdiera y, como Salomón, le será dada la Sabiduría (Hochmah) y todo lo demás por añadidura.
Mientras el de Virgo sea cepa del mundo, verá su imperio material degradarse, sus rebaños disminuirán, como le sucediera a Job y las calamidades se abatirán sobre su casa. Pero cuando se decida a darlo todo sin esperanza de recibir, se convertirá automáticamente en cepa verdadera y todo vendrá a él sin necesidad de reproducirlo con su trabajo. De ahí que el ser de Virgo, el que protagoniza a fondo la dinámica de este signo, pueda ser el pobre o el rico.
Darlo todo significa desprenderse de sus valores morales, de sus sentimientos, de sus ideas y de sus bienes materiales, ya que Virgo contiene la quintaesencia de los cuatro ciclos de Fuego-Agua-Aire-Tierra. Los planetas situados en Virgo en un tema astral cualquiera pondrán el acento sobre aquello que la persona debe ineludiblemente dar sin esperar recibir nada a cambio. La Casa terrestre que se encuentra en ese signo nos indicará la forma de descargarnos de nuestros contenidos.
Dar fruto, a fin de que el Padre pode nuestros sarmientos y podamos dar más, tal debe ser el programa en el estadio terminal de la penetración crística en nosotros.
En el próximo capítulo hablaré de: el que permanece en mí
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