Permanecer en mí
También a ese peregrino, parado en lo alto de la montaña, le puede suceder que cuando le venga la compañía, se entienda con ella, no para proseguir el camino, sino para reconfortarse el uno al otro, sentados en la misma piedra, prodigándose caricias y palabras de amor.
Permaneced en mí, dice Jesús y yo permaneceré en vosotros. O sea, en esa hora final, cuando la soledad aumenta porque ya no hablamos el mismo lenguaje que las gentes que nos rodean, ni nos apetece lo que a ellos les apetece; cuando nos sentimos extranjeros y ajenos a los afanes de nuestros familiares, de nuestros amigos, debemos buscar el calor humano que nos falta, no deteniéndonos o volviendo atrás, sino permaneciendo en Cristo, es decir, guardando la fe en él, confiando en la promesa de su Reino.
El peregrino en esas cimas solitarias, en lugar de buscar la compañía hacia atrás, debe buscarla hacia adelante; debe acelerar la marcha confiando en que el Reino del amor, de la fraternidad, de la reintegración en la unidad, no es un sueño, sino algo muy real que se sitúa por delante de nuestra vida y no hacia atrás.
El lector puede pensar: si en ese entrañable Reino del amor no ha llegado aún nadie, ¿cómo puede significar el fin de la soledad y de qué manera encontraremos compañía?
Hay que entender que ese Reino de Cristo, ese Paraíso, no es de este mundo. Por consiguiente, alcanzar el Reino significa abrir los ojos a ese fantástico Mundo del Deseo del que tan a menudo hemos hablado en los últimos capítulos. El peregrino que no se detiene en la recta final, penetra en ese nuevo mundo y en él encuentra a todos los que transitan por las últimas rampas de la montaña, animados con los mismos propósitos que él cuando estaba en esos últimos tramos. Allí se establece una comunicación a nivel de sentimientos, con una intensidad y un calor que no se encuentran en las relaciones humanas, porque allí no hay barreras físicas que separen los seres y los cuerpos de deseos pueden fundirse, penetrar el uno en el otro y ser dos a un tiempo.
En el mundo físico, la aproximación termina con el abrazo y dos personas no pueden permanecer mucho tiempo abrazadas sin que la conexión resulte incómoda. En cambio, en el Mundo de los Deseos pueden verse auténticos racimos humanos viajando juntos y prefigurando la forma de vida del futuro cuando toda la humanidad resida en ese Reino.
El que ha llegado y ha abierto sus ojos en ese mundo, ya no puede experimentar la sensación de soledad. Cierto que él es consciente de una relación y que sus camaradas no tienen conciencia de ella. Puede incluso que se vea rechazado por ellos al intentar aproximárseles en el mundo físico, porque están viviendo episodios humanos que no facilitan la expansión de los sentimientos. Pero él sabe que le basta con cerrar los ojos para encontrarse en el otro mundo unido a los que aquí no lo ven como él los ve.
Si en el Reino solo viviera con esa sensación de estar en los demás y de sentir a los otros en él, ya sería de por sí una vida fantástica. Pero a medida que la persona avanza en el conocimiento de ese mundo, sus poderes transmutadores aumentan y la ayuda que pueden ofrecer a esos peregrinos con los que allí se une, es mucho más grande que la que puede dar en su cuerpo físico.
Ahora están viniendo muchas almas a la enseñanza que estamos dispensando. ¿Os sorprenderá si os digo que es en ese otro mundo que les es comunicada su existencia y que la encuentran gracias a las indicaciones que allí se les da? En el Reino de Cristo, los impacientes que lo han invadido antes de tiempo, ayudan a los demás a su acercamiento.
No todos los que actúan de esta forma son conscientes de lo que están haciendo, porque la conciencia de la vida allí se adquiere con el tiempo. Primero entramos por la puerta del Yod y no tenemos conciencia de estar. Luego viene la fase He y al final de ese periodo somos ya conscientes del trabajo. Con la fase Vav actuamos sobre los demás y en la fase segundo He nos hemos creado los órganos allí de una manera tan elaborada como lo son los órganos físicos.
Ocurre también que algunos que han conseguido ser conscientes de lo que están haciendo arriba, no guardan memoria de ello en el mundo físico por haberse quedado atascados al recapitular antiguas vivencias. Han conquistado una facultad y ya nadie puede arrebatarles esa conquista, pero no podrán utilizarla plenamente hasta que vuelvan a recuperar el nivel de vibración que perdieron.
En el próximo capítulo hablaré de: No doy como el mundo da
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