Los pies y el alma humana
«Cuando no se os reciba, ni se escuchen vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad y sacudid el polvo de los pies para que no quede en vosotros recuerdo de ella. En verdad os digo, que el día del juicio, el país de Sodoma y Gomorra será tratado con menos rigor que esa ciudad«, prosigue Jesús (Mateo X, 14‑15) (Marcos VI, 11) (Lucas IX, 5 y X, 10‑12)
Los pies tienen una relación directa con el alma humana. Los pies están regidos por el signo de Piscis. Más adelante, Cristo lavaría los pies a sus apóstoles para simbolizar la purificación del alma.
Cuando les recomienda que sacudan el polvo de sus pies si la casa (o morada psíquica del interlocutor) no los recibe, quiere decir que el discípulo no debe guardar en su alma el recuerdo de aquellos que no han querido acogerlo. Si no se sacude el polvo de los pies, la tristeza, la rabia o cualquier otro sentimiento, el que rechaza las palabras del discípulo dejará huellas en el alma, es decir, establecerá un vínculo, que lo obligará a volver a encontrarlo en una próxima existencia, ya que se establecen lazos emotivos.
Es importante, pues, que aprenda a sacudirse el polvo de los pies cuando se encuentra ante alguien que es opaco a sus enseñanzas, es decir, que no retenga emoción alguna, ni de pena, ni de rechazo, ni de fastidio, ni de rabia por el trato recibido.
Esta instrucción debemos tenerla en cuenta en cualquier circunstancia de la vida y sacudirnos las emociones polucionantes cada vez que la vida nos sitúa ante una circunstancia adversa con otra persona. De esta forma realizamos una limpieza automática y evitamos sobrecargar nuestras espaldas.
No permitas que en tu alma se adhieran incrustaciones de otras personas, que más tarde te obligarían a descender a sus abismos. Podemos descender por voluntad propia, pero es mejor no hacerlo obligados por necesidades kármicas. No abrigues pues hacia los que no te escuchan ni rencor, ni deseos de demostrarles la verdad, ni resentimiento alguno por haberte tratado con desconsideración. Esto es especialmente aplicable a la pareja y a los familiares más cercanos.
Ocurre con frecuencia, que las personas que poseen algunos conocimientos esotéricos o que empiezan a acceder a la nueva consciencia, sientan cierto resquemor o bien desarrollen un sordo resentimiento hacia sus seres queridos, cuando estos no comparten sus inquietudes espirituales.
El Maestro nos sugiere la pauta a seguir en este caso: respetar el camino que el otro ha escogido, sin pretender obligarle a seguir el tuyo. Ningún camino es más válido que otro, lo que cuenta es el proceso.
En el punto anterior Jesús nos habla del día del juicio, cuando en otros puntos de su enseñanza precisa que no debemos juzgar y dice que el Padre no ha mandado a su Hijo al mundo para que lo juzgue sino para salvarlo. ¿Cómo debemos interpretar esa aparente contradicción? ¿Habrá día del juicio o no lo habrá?
Como ya hemos señalado en diversos puntos, Jesús vino a revelar un nuevo continente espiritual, una nueva dimensión en la que todo tenía un aspecto contrario al mundo de la antigua ley, puesto que era su otra polaridad.
En la columna de la izquierda, en la que se mueven los que no reciben a los discípulos de Cristo, sí existen los juicios. Cuando esas almas suben al trono de Kether‑Binah, se encuentran con los escribas que llevan las cuentas del bien y del mal y con un soberano que emite decretos acerca de su porvenir. (Kabaleb se refiere aquí a lo bien o a lo mal que cada ser humano ha cumplido la misión que él mismo se ha asignado, o sea a su capacidad para asimilar las asignaturas que su alma ha escogido antes de encarnar).
Dice Jesús que quienes no escuchan la palabra de sus apóstoles serán juzgados con más severidad que Sodoma y Gomorra, las ciudadelas que fueron destruidas por el fuego, por atentar contra las estructuras divinas. Y es que la inconsciencia de sus habitantes era de tal magnitud, que el Fuego Creador, al no poder residir en los habitáculos materiales que ellos generaban, se esparció por todas partes, destruyendo la perversidad (entendiendo por ello el actuar en contra de las leyes cósmicas) y recibieron así el trato a que se hicieron acreedores. Sodoma y los sodomitas están más vivos que nunca en el mundo hoy y el fuego del cielo sigue cayendo sobre ellos para aniquilar su organización anímica.
Habiendo recibido ya su merecido, cuando las almas de los sodomitas se presenten a juicio, no serán tan maltratadas como las de aquellos que se negaron a escuchar la palabra del discípulo. ¿Por qué? Porque la dinámica de la vida tiene su coherencia y cuando el discípulo en busca del ser digno llama a una puerta, es porque allí reside alguien supuestamente digno, es decir, alguien que se encuentra en condiciones de escuchar la palabra. Si a pesar de ello la desoye, es que habiéndole sido dados los recursos para oírla, desaprovecha la ocasión y prefiere seguir actuando bajo el dictado de las voces que proceden de los bajos estratos de su personalidad; se complace en su ventriloquia. Y entonces el suyo es el caso de la persona a la que mucho le ha sido dado y que muy poco ha rendido y, por ese bajo rendimiento, el rey que lo juzga le arrebatará incluso lo que le dio, tal y como Cristo lo explicó en una de sus parábolas.
Muchos son hoy en día los que desperdician su talento y cuando sus almas lleguen vacías al trono de la izquierda, dirán: “Si lo hubiésemos sabido, si nos hubieses mandado a uno de tus mensajeros..«. Y descubrirán entonces, con horror, que ese mensajero ya vino, que quizá era uno de sus vecinos, o uno de sus hermanos, o un amigo muy íntimo y que, a pasar de ello,no supo descubrir el mensaje de que esa persona era portadora. La facultad de comprender les será entonces arrebatada, y en una próxima vida, aquellos que no han recibido la palabra, aprenderán a través de la dificultad, del drama, del llanto y del crujir de dientes. Pero por una cuestión de instrucción, porque si no aprendes por las buenas, pues lo harás por las no tan buenas.
En el próximo capítulo hablaré de: ser prudentes
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.