La forma de los Arcángeles
Si la forma de vida de los Arcángeles fuese individual, como ahora lo es la nuestra, nos encontraríamos con un mundo pobladísimo, con centenares de miles de cascarones arcangélicos y no podríamos dar un paso por él. Pero ellos han superado la fase individual y viven en colonias o en legiones, como suele decirse al hablar de los ángeles y de los arcángeles.
Las que un día fueron conciencias individuales, son ahora átomos que, en un momento dado pueden desligarse del cuerpo colectivo para realizar una determinada misión y luego volver a ocupar su lugar. De retorno de su misión, esa partícula arcángelica comunica a todas las demás el fruto de la experiencia que la misión le ha procurado, de modo que todos se transmiten los conocimientos que podríamos llamar personales, conservándose así la unidad del ser colectivo. Son esos cascarones colectivos los que quedarán arriba cuando ellos se hayan ido y viviremos dentro de ellos o, como suele decirse, en el seno de Dios, gozando del saber que actualmente poseen esas entidades arcangélicas.
Ese saber no nos será infundido automáticamente, puesto que la sabiduría posee un lenguaje propio que es preciso aprender. Cuando accedimos al nivel humano, también nos encontramos en este mundo físico con todo el saber acumulado por la anterior oleada de vida, que hoy son los ángeles, pero los seres humanos no estaban en condiciones de integrar esa sabiduría. Solo unos pocos la intuyeron y la comunicaron en un lenguaje simbólico, en forma de mitos que ahora, al cabo de los siglos, todavía los «sabios» de esta Tierra no han conseguido descifrar. De ellos nos vienen esos alfabetos sagrados, como el código hebraico, y ese Árbol Cabalístico que constituyen formidables vehículos de conocimiento. Todo esto estaba ya aquí cuando vinimos a ocupar la Tierra, pero el ser humano no lo reconoció. Y fue preciso que Cristo se encarnara para abrirnos los ojos.
Por lo que sabemos, los arcángeles viven agrupados en trescientas sesenta macro entidades y esos serán los cascarones que encontraremos cuando pasemos a residir en su mundo, después de haber pasado por la etapa angélica, correspondiente a la fase de Jehovah en la que se realizan trabajos de conexión con los mundos superiores, aprendiendo todo lo relacionado con las leyes que mueven el universo.
La quinta ronda de este cuarto Día en que nos encontramos, será la dedicada a los trabajos de Jehovah y sus ángeles, en la que conoceremos a la perfección las leyes que mueven el universo. Pero los elegidos de Cristo, ya con la conciencia abierta sobre esos temas, vivirán en su Reino, el de los arcángeles, saltando un peldaño en la escalera evolutiva, de modo que cuando se habla de salvación en la tarea redentora de Cristo, hay que entender que su iluminación respecto a esta temática nos salvará del sometimiento a la ley en que vivirá el ciudadano medio de la quinta ronda y, aún viviendo en un cuerpo vital, nos comportaremos según las inspiraciones procedentes del primer cielo, es decir, del cuerpo de deseos.
Vemos así de qué forma Cristo acelera la evolución de los seres humanos. El universo tiene sus leyes y estas deben ser conocidas, o bien por la experiencia material, la cual produce una serie de evidencias que nos llevan a reconocerlas, o bien mediante una iluminación que nos lleva a intuirlas sin necesidad de un estudio laborioso.
Para que esa iluminación se produzca, es preciso que la persona reúna determinadas condiciones, que viva y se comporte de una determinada manera, y fue esto lo que Cristo vino a enseñarnos. Quien consigue captar esos conocimientos ya no necesita la experiencia material de las cosas y, por consiguiente, no necesita vivir las etapas destinadas a darle tales experiencias. Se salta esas etapas y pasa directamente al mundo divino que es ese primer cielo que se sitúa en las regiones superiores del Mundo del Deseo. Allí Cristo nos prepara un lugar y aunque de momento no podamos acceder a él, cuando Jesús se haya ido de este mundo y su esencia se haya diluido en la Tierra, volverá a nosotros, formando parte de nuestra constitución anímica y así, estando él en nosotros, nosotros estaremos con él en las moradas arcangélicas, en el interior de esos macro-cuerpos espirituales.
En el próximo capítulo hablaré de: a dónde vas
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