Volverse como niños
“A continuación, los discípulos se aproximaron a Jesús y le preguntaron: ¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos? Jesús llamó entonces a un niño y lo colocó entre ellos, diciendo: En verdad os digo que si no os convertís y no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Cualquiera que se haga humilde como este niño, será el mayor en el Reino de los Cielos. Y cualquiera que recibe en mi nombre un niño como este, me recibe a mí. Y quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valiera que se atare al cuello la rueda de un molino y se arrojare al fondo del mar». (Mateo XVIII, 16. Marcos IX, 33-37. Lucas IX, 46-48).
El Reino que Jesús vino a preconizar era el exacto revés del mundo material en que vivimos, decíamos y por ello el niño, que es en nuestra sociedad el que no está maleado, el que empieza un trayecto nuevo, el más pequeño, es en el Reino de los Cielos el más grande.
El Niño está libre de reglas, de normas, de una estructura que lo faje, que lo obligue a comportarse de una forma determinada. Es como una esponja preparada para absorber todo lo que le pongan delante. Por eso en el futuro trataremos de enseñar a nuestros hijos a mantener su candidez, su naturalidad, en lugar de ponerles en la cabeza la fecha de la revolución rusa o de la guerra civil española.
Jesús asocia a la infancia la virtud de la humildad y esa es, en efecto, una de las virtudes cardinales de las energías creadoras que circulan por la columna de la derecha de El Árbol de la Vida, ya que prestan humildemente servicio a las formas materiales, permitiéndoles existir y realizar cualquier propósito, bueno o malo, grande o pequeño. Ya hemos explicado que la columna izquierda de ese Árbol es la de la forma y que se sostiene con la energía que proviene de la derecha.
Por otra parte, los niños menores de siete años se encuentran en el primer periodo de su existencia, recapitulando los trabajos del primer día de la Creación, cuando la fuerza llamada Padre se manifiesta en todo su esplendor. Los niños, hasta los siete años, viven pues en el Reino del Padre y expresan su dinámica.
Si esos niños no son escandalizados por sus mayores, es decir, maleados, torcidos, si no se les lleva a perder su candidez, manifestarán en grado eminente la virtud de la humildad, realizando con la mejor voluntad todos los servicios que se les piden. Si esa inocencia no se ve turbada, la virtud de servir se prolonga a la etapa siguiente, la que va de los siete a los catorce años, en que recapitulan los trabajos del segundo día, presididos por la fuerza llamada Hijo.
Por ello, escandalizar a un niño, iniciarlo en prácticas perversas, es uno de los más graves atentados al orden cósmico que el ser humano pueda realizar, ya que equivale a un intento de llevar la perversión a la más elevada instancia espiritual. Podríamos decir que es como intentar pervertir a Dios mismo, degradando y corrompiendo la más pura de sus esencias.
Volver a la humildad, a la inocencia, a la candidez de un niño, a una actitud de servicio desinteresado, es el camino que Jesús propone a sus discípulos para que puedan reintegrarse al Reino.
Es evidente que los directores generales de nuestra sociedad, los políticos, los grandes ejecutivos, los que están rodeados de toda una cohorte de secretarias, de jefes de negociado, de auxiliares y de subalternos, representan todo lo contrario de este niño humilde, de modo que no es erróneo decir que son los que más lejos se encuentran del Reino y los que más energía deberán mover para volver a él. Un presidente de gobierno deberá forzosamente perder su inocencia para defender los intereses de su país.
Volver a ser como un niño es un punto que debe figurar en el programa de todo discípulo, de toda persona que pretenda evolucionar. Es evidente que cuando queramos volver a la inocencia encontraremos enfrente a una sociedad cargada de malicia, de malas intenciones. Deberemos aprender entonces a dejar que “nos tomen el pelo” como lo hacen los niños, que no se dan cuenta cuando los mayores actúan con malicia.
El ser socialmente «realizado«, llegado a un cierto punto de su vida, debe saber andar hacia atrás, desandar lo andado y saber sacar de su profundidad humana el niño que fue. Debemos conectar con nuestra esencia. Todo ello después de haber asimilado lo que le tocaba aprender.
En algunas órdenes iniciáticas, los candidatos a la elevación al grado de maestros, son introducidos en el Templo andando hacia atrás. Esta marcha simboliza su retorno al pasado, a la inocencia, su retorno a la época en que el Padre-Voluntad regía el universo como soberano absoluto, sin que nada ni nadie se opusiera a su voluntad creadora. Entrar de nuevo en esa voluntad y ser los humildes servidores de ella, tal ha de ser el objetivo y el propósito de todos nosotros.
Los que en el mundo, de un modo u otro, se encuentran en posición de servicio, de dependencia, son los que más cerca están del Reino, aunque nada sepan y nada comprendan. En cambio los altos graduados, los grandes, las luces de la mundanidad, forman la retaguardia, la cola de la promoción divina.
Desaprender lo aprendido cuando lo que nos han enseñado nos lleva en dirección contraria, es una de las claves de este próximo milenio.
«¡Desdichado mundo a causa de los escándalos! Necesario es que los escándalos se produzcan, pero desgraciado el hombre por el cual el escándalo llega». (Mateo XVIII, 7).
Toca aquí Jesús uno de los puntos más delicados de la dinámica cósmica. Cuando el Reino del Padre se haya establecido en la Tierra, no habrán escándalos, es decir, cuando nos rijamos por el amor. Pero hoy por hoy el escándalo es necesario porque los seres humanos lo han engendrado en sus pasadas actuaciones y ahora toca pagar.
Mientras estemos trabajando en la columna izquierda de El Árbol de la Vida, que nos impulsa a tener que vivir las situaciones en propia carne para comprender, pasando por la anécdota, por la circunstancia diaria; mientras repitamos aquello de “si no lo veo no lo creo”, estaremos expuestos a los escándalos, porque los generaremos para vivir su resultado en propia piel.
En el próximo capítulo hablaré de: las tres fases del escándalo
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.