Las tres fases del escándalo
Las situaciones escandalosas, como cualquier otro acontecer humano, se desarrollan en tres tiempos. En el primero el escándalo no aparece como tal, es invisible, inmanifestado, nadie puede decir que aquello que se hace o dice sea escandaloso. Y es que la persona está elaborando las semillas del escándalo. (Es, por ejemplo, cuando un político le pide un porcentaje a un constructor para concederle una licencia de obras.) Es la fase Yod (del Tetragramaton o nombre de Jehovah) que termina con la plantación de las semillas del escándalo en nuestra tierra humana.
Viene luego la segunda, la fase He, en la que el escándalo se ha interiorizado en nosotros y somos objeto de escándalo, es decir, el escándalo nos cae encima y somos sus víctimas, somos aquellos sobre cuyas espaldas reposa el escándalo y quizá hasta inspiramos piedad a quienes nos contemplan (es cuando sale a la luz que el político cobraba un 3% para conceder la obra).
En esta segunda fase tenemos ocasión de conocer el escándalo en toda su dimensión. Tal vez veamos arruinadas nuestras aspiraciones políticas, sociales, profesionales, sentimentales o de cualquier otra índole, ya que el escándalo se caracteriza principalmente por el hecho de revelar que no somos aquello que pretendemos ser; que no somos dignos de la confianza que han depositado en nosotros, que no somos tan honorables como se pensaba.
Siendo objeto de escándalo, podemos regenerarnos, dignificamos; puede producirse en nuestra naturaleza interna el cambio que ha de llevarnos a vivir en otra tierra psíquica, en la que quedarán desarraigadas las semillas de ese mal que ha florecido en nosotros.
Si esa voluntad regeneradora no se produce, (si en lugar de pedir públicamente perdón el político corrupto lo niega) entonces el escándalo pasará a su tercera fase, la fase Vav, en la que lo exteriorizaremos a la vida social, arrojándolo sobre los demás como una basura. Nos convertiremos entonces en aquel por el cual el escándalo viene: seremos ese desgraciado al que se refería Jesús en su imprecación; ese desdichado que no ha sabido ahogar las semillas del escándalo en su propio ser y que ha exportado su basura y cubierto con ella a sus semejantes.
Cierto que esta persona, portadora del escándalo, no podrá arrojarlo sobre las espaldas de un inocente, sino sobre alguien que lo ha gestado ya con su actitud (en el caso del ejemplo sería el empresario que acepta pagar ese 3%). O sea, el que «trabaja» el escándalo en fase Vav, lo descargará sobre el que lo elabora en fase He, de modo que este encontrará en la acción de aquel su merecido. Pero no por ser un acto justo, el portador de escándalo es menos culpable, puesto que no ha sabido en su momento arrancar de sus entrañas la semilla del mal.
Como ya sabéis, existe una cuarta fase en el despliegue de las potencialidades de toda semilla, la llamada fase segundo He. En este caso, esta cuarta fase sería aquella en la cual el fruto del escándalo es mordido y saboreado por los seres humanos, y las semillas que contiene, plantadas en tierra fecunda, organizan, por así decirlo, el cultivo del escándalo, convirtiéndolo en «bien social«, en práctica instituida, en algo que forma parte de nuestro paisaje cotidiano. Este sería por ejemplo el caso del ayuntamiento de Marbella (una ciudad situada en Málaga, España), en el que tres alcaldes consecutivos asentaron el escándalo, hasta que la justicia tuvo que intervenir el ayuntamiento al completo para regenerar la planta de raíz.
Aquí es cuando los que hacen suyo el escándalo justifican: “bueno, no pasa nada si ha llevado su dinero a Andorra o a Suiza, aquí se pagan demasiados impuestos, si tuviera tanto dinero también lo haría«.
En el próximo capítulo hablaré de: los ángeles guardianes
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