¿Por qué lloras?
“María se quedó junto al sepulcro, fuera, llorando. Mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro y vio a dos ángeles, vestidos de blanco, sentados uno en la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cuerpo de Jesús. Le dijeron ¿por qué lloras, mujer? Ella les dijo: porque se llevaron a mi Señor y no sé dónde le han puesto. Diciendo esto se volvió para atrás y vio a Jesús que estaba allí de pie. Díjole Jesús: mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: señor, si le has llevado tú, dime dónde lo has puesto, y yo lo tomaré. Díjole Jesús: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo en hebreo ¡Rabboní!, Que quiere decir ¡Maestro! Jesús le dijo: No me toques porque aún no he subido al Padre, pero ve a mis hermanos y diles: subo al Padre y a vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: he visto al Señor, y las cosas que le había dicho”. (Juan XX, 11-18). Lucas, XXIV, 1-12. Marcos XVI, 1-11. Mateo XXVIII, 1-10).
El relato de estos hechos difiere un poco en cada uno de los Evangelios, porque esta resurrección se presenta al alma de distinta manera según el Elemento que domina en cada una de ellas. Veamos el texto de Juan, que fue el testigo presencial de los acontecimientos.
Juan es, en nosotros, el que testimonia en directo, es la enseñanza de Fuego, la que emana del Ego Superior y que luego es comunicada a nuestros sentimientos (Evangelio de Lucas), que la desvirtúan; a la razón (Evangelio de Marcos), que la adapta y, finalmente, es convertida en actos (Evangelio de Mateo), que son como la calderilla de la enseñanza iniciática dispensada por nuestro Ego.
Los acontecimientos que aquí se relatan sucedieron tres días después, contando el de la muerte, o sea en la mañana del domingo, que era el primer día de la semana para los judíos. En esos tres días míticos la sustancia crística impregnó toda la Tierra, aceleró las vibraciones de las partículas materiales y quemó todos los desperdicios acumulados en las regiones inferiores del Mundo de los Deseos, quedando la humanidad limpia de las culpas que había ido acumulando a lo largo de su historia. Fue un recomienzo a partir de cero y por ello en todo el mundo cristiano se pondrían los relojes del tiempo a la hora cero y se empezarían a contar de nuevo los siglos.
En la Golgotha tuvo lugar una purificación y al mismo tiempo quedó señalizado el camino que conduce a ella. Aunque los seres humanos no nacieron mejores por el hecho de que Cristo derramara su sangre, su cuerpo de deseos, por ellos. Lo que hizo Cristo fue conmutarles la pena, del mismo modo que podemos hacerlo con un criminal que está cumpliendo una condena.
Podemos soltar a Barrabás, podemos recomendarle que se porte mejor en el futuro, pero el hecho de que siga o no estas recomendaciones es algo que depende exclusivamente de él. El hecho de que la sociedad lo haya perdonado puede incidir positivamente en su futura conducta y puede ser determinante para él, puede ayudarle en su nuevo estado de libertad a encontrar cauces para llevar una vida recta. Es bien sabido, que muchas veces los presidiarios en libertad vuelven a reincidir porque la sociedad rehúsa dar trabajo a personas «marcadas«.
Cristo abrió cauces a esos ladrones a los que vino a liberar, al quemar su expediente delictivo en los registros que guardan los ángeles del destino. Pero el renacimiento que ello suponía para ellos, no significaba la muerte del mundo de Jehovah, constituía, eso sí, una amenaza para ese mundo; una amenaza mortal, puesto que cuando el Reino de Cristo se instaure definitivamente en el mundo, la organización de Jehovah desaparecerá. Pero Cristo plantó tan solo las semillas de ese Reino.
En el próximo capítulo hablaré de: Una y otra vez
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