La carrera de Pedro y Juan
Asistimos entonces a una singular carrera de Pedro y Juan, uno adelantándose al otro para luego dejarse alcanzar. Pedro y Juan son los ejecutores del mandato cristiano, los que han de instaurar en nosotros su Reino en cuanto el alma los avise que su pétreo comportamiento ha cambiado y que pueden constatarlo. Pedro tuvo que salir del proceso crístico en la primera fase, la de la plantación de la semilla, pero volvería a ocupar su puesto en la segunda fase del proceso, la de la semilla en su sepulcro, y después en las siguientes.
Aquí vemos que Juan es el más veloz, el que llega primero, tal como le correspondía por haber sido el último en acompañar al Señor en su periodo de manifestación como hombre. Pero, habiendo sido Pedro el primero de los apóstoles llamados por Jesús, le correspondía igualmente ser el iniciador de la segunda fase de los trabajos. Por ello Juan no entró en la gruta, contentándose con constatar los vestigios de una desaparición.
Pedro entró en la gruta donde se había depositado el sepulcro, vio las vendas, el sudario, y junto con Juan constató su desaparición, sin comprender aún el sentido que aquello tenía. Era de noche, dice la crónica, y ya sabemos que toda creación tiene sus días y sus noches. Para pasar de la fase Yod a la fase He, es necesaria una «noche«, en la que el «cuerpo«, la materia prima de la obra, se disuelve, desaparece y solo queda visible su cáscara, su envoltorio. Y los que habían trabajado antiguamente en aquello, los discípulos, quedan perplejos porque el cadáver ya no está allí, se ha esfumado misteriosamente y no comprenden, aunque, según lo escrito, tiene que resucitar.
Los discípulos volvieron a sus casas, dice la crónica, o sea, volvieron a su estado psíquico habitual, después de haber salido de él para constatar que el tránsito del Yod al He, el tránsito de una fase a otra de los trabajos, se había efectuado normalmente. El cadáver había desaparecido, se había disuelto en la tierra, tal como figuraba en los libros divinos, como fase previa e indispensable a su resurrección en la misma tierra, formando parte intrínseca de ella.
Nuestra alma tiene que descubrir que este proceso esta teniendo lugar, tiene que alertar a los discípulos, a los que siguen de cerca estos sucesos como protagonistas, para que ellos mismos, con sus propios ojos, vean que el proceso se está desarrollando y puedan recordar la escritura divina, según la cual Cristo ha de resucitar de la muerte.
Conla muerte de Jesús termina pues lo que llamamos la fase Yod de la instauración del Reino de Cristo. Viene la noche, la tierra se oscurece y con la oscuridad vienen los sepultureros, los discípulos secretos, los que solo visitaban a Jesús de noche. Es la hora de los Josés de Arimatea y de los Nicodemos, que están con Jesús, pero muerto.
Tras esa noche, el alma humana descubre los vestigios de la nueva fase que está a punto de producirse y pone en vilo a quienes han de guiar sus pasos en ese nuevo día. Ellos constatan igualmente la desaparición del cadáver y vuelven a sus casas, a sus moradas espirituales, pero ya impregnados de aquello que se está preparando.
Todas esas etapas las hemos de vivir y lo importante es pasar por ellas sin atascarnos, sin quedarnos en el estadio de los sepultureros y ya no ser más que los aromatizadores y amortajadores de un maestro muerto.
Está bien que veneremos su memoria cuando en nuestras vidas ha aparecido un Maestro que nos ha puesto en el camino, pero es preciso que enterremos sus enseñanzas en lo más profundo de nuestra naturaleza y que nuestra alma permanezca vigilante de lo que sucede con este cadáver. Y apenas el alma constate que la losa que cubría esa tumba se mueve; apenas surjan en nosotros nuevas inquietudes que nos aparten de lo petrificado, de lo que éramos, avisemos al Juan y al Pedro que viven en nuestra propia naturaleza, que son los que han de instruirnos en el nuevo periodo que se avecina, para que indaguen y se preparen en vistas a la resurrección.
En el próximo capítulo hablaré de: ¿Por qué lloras?
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.