Por mis hechos me conoceréis
Dice la crónica que después de haber realizado la resurrección del hijo de la viuda de Naín, el renombre de Jesús se extendió por toda Judea y países limítrofes. Juan el Bautista habiendo sido informado por sus discípulos, envió dos de los suyos a preguntarle: «¿Eres tú el que debe venir o debemos esperar a otro?» A este interrogante Jesús respondió devolviendo la vista a unos ciegos, con la curación de varios enfermos, con la expulsión de demonios, y dijo a los mensajeros de Juan: «Id a decirle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven; los cojos andan: los leprosos son purificados, los sordosoyen, los muertos resucitan y la buena nueva es anunciada a los pobres«. (Lucas Vll, 16‑22).
Juan era el último eslabón de un camino, de una columna, la de la izquierda, y Jesús el iniciador de otro camino, el que, por la fe, conduce al Padre. Siendo ambos muy próximos ‑eran parientes- Juan no sabía si Jesús era o no el que él anunciaba, porque el presente ignora el porvenir que sin embargo anuncia. Cuando ese porvenir se establece, el presente muere, y así ocurrió con Juan, cuando sus discípulos le confirmaron que Jesús era el esperado.
Existe una relación estrecha entre Juan y el Hijo de la Viuda de Naín resucitado por Cristo, porque en ellos vive el mismo espíritu, y así vemos que la Masonería, la cual, como hemos dicho, representa el camino de la razón, celebra su fiesta anual por San Juan, el 24 de junio, que es la opuesta al 24 de diciembre.
Juan es por tanto el precursor de Cristo, es su pariente más próximo aún sin conocer su auténtica naturaleza. Ese precursor muere decapitado para que sobre sus hombros pueda ser colocado, simbólicamente, el busto de Cristo, reuniendo en un solo hombre fe y razón. Luego, tras esa muerte, Cristo resucita a Juan en la persona del Hijo de la Viuda de Naín, y este ejercerá su ministerio con el nombre de Christian Rosenkreutz.
Jesús presenta como prueba de que él era el que Juan esperaba, la curación de los enfermos y esta es una prueba permanentemente válida para nosotros y para las generaciones que nos sigan.
Es decir, habremos alcanzado el nivel crístico, habrá nacido en nosotros y se habrá desarrollado el niño inmaculado cuando consigamos llevar una multitud a la enseñanza de la ciencia del Amor y cuando esa multitud se vea restablecida de sus males.
No confundamos este restablecimiento natural producido por el mero hecho de haber penetrado en el Reino de la perfección, con las prácticas del curanderismo más o menos estipulado. No por el hecho de abrir una consulta de curanderos y conseguir curaciones habrá nacido en nosotros la personalidad crística. Tal como se ha explicado ya, el curandero es el intermediario entre la fuente curativa y el paciente, mientras que al acceder a la personalidad crística, uno mismo se convierte en fuente y entonces realizamos las funciones de Hochmah porque nos hemos convertido en Hochmah.
En el próximo capítulo hablaré de: caer por Cristo
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