Caer por Cristo
Antes de despedir a los discípulos de Juan, Jesús pronuncia una frase enigmática, dice: «¡Bienaventurados aquellos para los cuales no seré una ocasión de caída!» ¿Qué quiso decir?
En los primeros tiempos del cristianismo muchos fueron los que “cayeron” por Cristo, y ahora se los venera como santos. Sufrir martirio por Cristo ha sido considerado por la Iglesia como una prueba de cristiandad y un merecimiento de gloria eterna, y sin embargo Cristo llama bienaventurados a los que no «caen» por él. ¿Cómo puede entenderse esto? En el capitulo de las bienaventuranzas hemos visto que Jesús incluía a los perseguidos por la justicia y por su propia causa, y aquí parece que los bienaventurados son los que no «caen» por él.
La aparente contradicción queda aclarada si consideramos el itinerario humano antes y después de entrar en el reino. Antes, tenemos al rey Herodes permanentemente movilizado para matar al nuevo rey que ha de derrocarlo. Cuandollamaba bienaventurados a los perseguidos, se refería a los que se encuentran en los últimos lazos de la montaña del mundo material, como ese propio Juan, ante cuyos discípulos hablaba. Son bienaventurados porque se encuentran en las proximidades del Reino. Pero si han penetrado en él, si ya han llegado al dominio de la eterna luz, ya no han de sufrir caída alguna: todos los peligros han sido sorteados y el peregrinaje y los avatares humanos han terminado.
En el Reino del Padre no hay víctimas, nadie sufre martirio por la fe, ni la pureza sufre violaciones; nadie, absolutamente nadie es arrojado a las fieras, ni perseguido.
Los mártires y santos del cristianismo eran hombres y mujeres que no habían alcanzado aún el Reino y que tenían deudas pendientes con un mundo que se las reclamaba con violencia como condición indispensable para dejarlos salir de él.
Si Cristo representa una ocasión de caída para un ser que dice actuar en su nombre, es que no ha llegado aún a ser lo que aspira a ser y se encuentra en el universo inseguro, en el que cada causa conlleva su inevitable efecto.
Cuando hayamos llegado al Paraíso, cuyas puertas vino Cristo a abrirnos, también como él «bajaremos» voluntariamente para entregar a nuestros hermanos la vida sensorial impresa en nuestra sangre. Pero ese acto de amor será voluntario y nada ni nadie nos lo exigirá.
Cristo vino a morir por los seres humanos, a fin de que, gracias a su sacrificio, que ya hemos explicado y al que volveremos en su momento, pudiéramos acceder al Reino de la felicidad, pero Cristo no exige en ningún momento que nosotros muramos por él. Si lo hacemos, es señal de que todavía no hemos alcanzado su Reino.
En el próximo capítulo hablaré de: la proximidad de la pascua
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.