Los hermanos de Jesús
“Jesús recorría Galilea, ya que no quería ir a Judea porque los judíos lo buscaban para darle muerte. La fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos, estaba próxima y sus hermanos le dijeron: Márchate de aquí y vete a Judea, a fin de que tus discípulos vean también las obras que realizas. Nadie actúa en secreto, si lo que desea es figurar. Si realizas estas cosas, muéstrate al mundo. Ya que sus hermanos tampoco creían en él. Jesús les replicó: Mi tiempo no ha llegado aún, pero vuestro tiempo siempre está en la hora. El mundo no puede aborreceros a vosotros, pero a mí me aborrece, porque doy testimonio contra él de que todas sus obras son malas. Vosotros subid a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque aún no se ha cumplido mi tiempo. Diciendo esto, permaneció en Galilea”. (Juan VII, 1-9).
Así empieza el séptimo capítulo del Evangelio de Juan. A lo largo de la crónica sagrada, los «hermanos de Jesús» aparecen, de vez en cuando, siempre para incordiar. ¿Quiénes son esos hermanos? En los relatos evangélicos, ni siquiera en los apócrifos, se dice en ningún punto que María tuviera otro hijo que Jesús. En cambio sí se nos dice que María era apenas adolescente cuando le fue anunciada su maternidad, mientras que José era viudo y ya viejo, poco apto a la procreación. Uno de los evangelios apócrifos le atribuye a José seis hijos, cuatro varones y dos hembras, cuyos nombres no coinciden con los que los mitólogos del cristianismo atribuyen a los hermanos de Jesús.
Si interpretamos este punto del relato según la letra, el resultado es la confusión. Algunos comentaristas hacen hincapié en el tema de los hermanos para negar la virginidad de la Virgen, pero ya hemos visto al hablar de este punto que se trata de una virginidad simbólica y no física.
La tierra madre que configura la personalidad crística dentro de nosotros, se vuelve virgen por el hecho mismo de darle nacimiento. Es decir, al producirse en nosotros ese parto sagrado, recuperamos la inocencia primordial; el mal, la mancha desaparece de nuestra tierra humana y volvemos a ser el primer Adam.
Esto significa que cuanto más avanzamos en nuestra espiritualidad, cuanto más cerca estamos de la era del amor, más fácil nos resulta desprendernos de nuestro karma, limpiar situaciones pasadas.
Así debemos entender la virginidad de la Virgen y no en un sentido anecdótico que ningún conocimiento nos aporta sobre la mecánica del universo en nuestros procesos evolutivos internos. Del mismo modo debemos interpretar la referencia a los hermanos no en su significación real, sino en su sentido mítico y simbólico.
¿Quiénes son pues, en el terreno mítico, esos hermanos que Jesús envía a la fiesta? Si volvemos la vista hacia atrás y estudiamos el tema de los hermanos en la Biblia, vemos que se designa con este nombre a los dos aspectos fundamentales del ser humano, el espiritual y el material.
Vemos así que Caín es el ser material no desarrollado, que «mata«, devora, incorpora en sí a su hermano Abel, que representa el ser espiritual, a fin de poder tener vida y desarrollar un alma a través de las experiencias. Ya sabemos que Caín preside la columna de la izquierda de El Árbol de la Vida y Abel la de la derecha. Sabemos también, que la de la izquierda necesita la energía que le proporciona la derecha para subsistir.
Continuando con el relato bíblico, vemos más tarde que ese Caín sucumbe en el diluvio, pero su alma renace en Cham, el hijo maldito de Noé, el hombre de la nueva era. Cham vuelve a ser un guerrero poderoso bajo los trazos de su hijo Canaan, poseedor de las tierras que un día debería ocupar la descendencia de su hermano espiritual, Sem.
Así Caín se convierte en Esaú, rey de Edom, y lo vemos luchando con Jacob, el hermano abeliano, portador de la vida espiritual que más tarde manifestaría Cristo. Jacob genera doce hijos, diez de los cuales no creían en uno de ellos, de igual modo que los hermanos de Jesús no creían en él. Así, trataron vilmente a José, quien, tras las peripecias que comentamos en la Interpretación Esotérica del Génesis, se vio encumbrado a la más alta dignidad de Egipto, país del que saldría el pueblo elegido.
Los doce hijos de Jacob, el brillante José y sus once hermanos, dieron nacimiento a las doce tribus de Israel, cada uno representando a uno de los doce signos del Zodiaco.
Vemos así que los doce hermanos bíblicos expresan doce fuerzas cósmicas primordiales. Estas serían las fuerzas formadoras, las que ofrecen la semilla de la conciencia humana. Esa semilla, interiorizada en los hombres, esto es, en la tierra humana, daría lugar a la aparición de la conciencia en el interior del ser humano, es decir, de un registro, en el que las leyes cósmicas van siendo anotadas. Durante un tiempo más o menos largo esa conciencia no actúa, tan solo va registrando lo que concuerda con la ley cósmica y rechazando lo que no puede integrarse a ella por no ser conforme a dichas leyes.
Pero a partir de un determinado momento, la conciencia se convierte en elemento activo y entonces la vida de la persona se organiza de acuerdo con sus dictámenes. Cuando esto se produce, decimos, en términos cabalísticos, que la conciencia interna ha alcanzado su fase Vav.
Ya hemos visto la relación de la conciencia con Tiphereth-Sol-Cristo, pudiendo así afirmarse que la conciencia alcanza su fase Vav cuando el Cristo interno actúa a través de ella.
Diremos entonces que los siete hermanos de Jesús, ya que son 7 según los mitólogos del cristianismo esotérico, pueden ser llamados los siete hermanos de la conciencia. De mayor a menor serán:
Santiago | Urano |
Miriam | Saturno |
Simón | Júpiter |
Marta | Marte |
Amos | Venus |
Ruth | Mercurio |
Judas | Luna |
¿Qué significado tiene? Hemos visto en capítulos anteriores, que la psique, y con ello entendemos la fuerza que gobierna en nuestro motor humano, no es unitaria; no lo es aún, está formada por múltiples personalidades. Y que unas veces se instala en ella una tendencia y otras veces otra, que nos impulsa a realizar lo contrario de lo programado por la tendencia anterior. Así, mientras una te impulsa a dejar de fumar, la otra te empuja a coger un cigarro; una quiere que dejes de ver un determinado tipo de series y otra te muestra lo bien que te lo pasas con ellas; una dice, nunca más, la otra prepara la escena par a dentro de cinco minutos.
Las múltiples tendencias que nos gobiernan se agrupan en siete grandes centros, que son los siete planetas o Sefirot activos en nuestro sistema solar de Binah a Yesod. Y resulta que en cada uno de esos centros, se reflejan todos los demás.
Siendo Jesús la expresión humana de Tiphereth, la representación de Tiphereth-Sol en los siete centros planetarios de nuestro sistema, puede recibir el nombre de hermanos de Jesús, puesto que esas huellas de Jesús en dichos centros, no puede decirse que sean Jesús mismo, por cuanto su voluntad no se manifiesta allí con la misma fuerza, pero si son parte integrante de su familia.
Los mitos siempre acaban cristalizándose y apareciendo en la realidad humana, encarnados en determinados hombres, pero como aquí lo que interesa es el significado del mito en términos de comportamiento individual, y no el estudio de las relaciones de las personas que los escenifican, dejaremos al lector la dilucidación de si esos hermanos de Jesús existieron físicamente o no; de si José, el hombre viejo, los engendró o no; o de saber si José era en realidad un marido joven y solo era viejo simbólicamente, porque Cristo aparece en el «hombre viejo«, ya muy bregado.
En el próximo capítulo hablaré de: entrar en la ciudad sagrada
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.