Las cosas del reino
“Después de haber sufrido, Jesús se les apareció vivo y les dio varias pruebas, mostrándose a ellos (los apóstoles) durante cuarenta días, hablando de las cosas que conciernen al Reino de Dios”. (Hechos de los Apóstoles 1-3).
Cuarenta días estuvo Jesús en contacto con sus Apóstoles después de su muerte. Ya vimos que cuarenta fueron los días que permaneció en el desierto ayunando, como cuarenta fueron las horas pasadas en el sepulcro, cuarenta los días de Adam en el Paraíso, cuarenta los días de Moisés en la montaña, cuarenta los años del pueblo elegido en el desierto. Si multiplicamos cuarenta por nueve, que es el número de los coros angélicos y arcangélicos, tenemos como resultado trescientos sesenta, que es el número de grados del Zodiaco.
Por lo tanto, cuarenta es una unidad de tiempo en el que actúa un determinado coro de ángeles, y como todo está en todo, resulta que en el espacio de cuarenta días-grados todas las fuerzas activas en el universo han tenido la oportunidad de manifestarse. El coro de los Serafines, adscrito al servicio de Kether-Padre, se encuentra «domiciliado» en el Zodíaco entre 0 grados de Aries y 10 grados de Tauro, o sea en la franja de tiempo que va del 21 de marzo al 30 de abril (aproximadamente). Los Querubines de Hochmah-Hijo ocupan el espacio siguiente, que va de 10º de Tauro a 20º de Géminis, o sea del 1 de mayo al 10 de junio (aproximadamente). Tenemos así que el plenilunio de Aries, en el que tiene lugar la muerte de Cristo, cae en el espacio de tiempo regido por los Serafines y cuarenta días más tarde nos sitúan en un espacio de tiempo regido por los Querubines.
Ya dijo Jesús que Padre e Hijo eran uno cuando el Hijo llega al final de su obra. Entonces ya no existen diferencias cualitativas entre Kether y Hochmah y el amor de este último manifiesta la voluntad del primero, de modo que en esa voluntad todo es amor y Binah ha dejado de captar una parte de esta corriente. Esa unificación es expresada por los coros arcangélicos de Serafines y Querubines que trabajan en esa época del año.
Cualquiera que sea el punto en que cae el Plenilunio de abril-Aries se encontrará en funciones un Serafín que lleva los asuntos relacionados con uno de los demás Sefirot y al cabo de cuarenta días regirá un Querubín relacionado con el Séfira anterior, el regido por el primero, de modo que los mensajeros de Padre-Hijo habrán purificado con sus corrientes los senderos que conducen a todos los Sefirot, instaurando sus fuerzas en cada uno de ellos, puesto que en todos figura un cuartel general de Kether y de Hochmah.
Finalizados esos cuarenta días de servicio, Cristo asciende al cielo, va a ocupar un puesto en Hochmah, pero sigue unido a la Tierra por el cordón umbilical que estableció con ella al derramar su sangre. En esta función, Jesús, el hombre, es su intermediario y actúa en su cuerpo de deseos, puesto que sus cuerpos inferiores siguen entregados a la misión redentora de Cristo.
En el Mundo de los Deseos, Jesús realiza trabajos arcangélicos, haciendo que todos los seres humanos sean uno. Él es el más grande de los iniciados de la oleada de vida humana, es nuestro hermano mayor y, por consiguiente, está al servicio de todos. Ese servicio colectivo le impide mantener relaciones personales y privilegiadas con una persona determinada. Nadie en particular puede vanagloriarse de ser su confidente o el depositario de sus mensajes. Todos cuantos lo invocan reciben su visita, que es siempre purificadora para sus cuerpos de deseos, los cuales permiten entonces la penetración de la luz que viene de arriba, Y esa luz les faculta para ver. Y en esa naturaleza emotiva iluminada encuentra el Abogado la posibilidad de manifestarse y explicar a la persona los pormenores de la organización divina.
Jesús ha hecho aún, en presencia de sus discípulos, muchos otros milagros, que no son escritos en este libro. Pero estas cosas han sido escritas a fin de que creáis que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, y que, creyendo vosotros, tengáis la vida en su nombre”. (Juan XX, 30-31).
Así termina el capítulo veinte del Evangelio de Juan. Jamás podrá escribirse todo lo que Jesús ha hecho porque es un motor en marcha que abre permanentemente en nosotros caminos hacia arriba, transmutando nuestra naturaleza a su paso por nuestras moradas internas. La historia de Jesús es una historia abierta, que cada día se enriquece con nuevas y prodigiosas hazañas y así será hasta el final del mundo de Binah.
En el próximo capítulo hablaré de: a orillas del Tiberiades
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.