La perfección como objetivo
«El ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo se verá iluminado, mientras que si tu ojo se encuentra en mal estado, todo tu cuerpo estará en las tinieblas. Y si la luz que hay en ti son tinieblas, ¡cómo serán de espesas las tinieblas mismas!» (Mateo VI, 22 a 23).
Para la Astrología cabalística, los ojos están regidos por las dos luminarias: el Sol rige el ojo derecho y la Luna el izquierdo, de modo que los ojos constituyen nuestra luz, son el foco a través del cual vemos el mundo exterior, pero de ellos se desprende también una luz interna, esta luz ilumina los trabajos que realizan en nuestro cuerpo las partículas que constituyen la realidad física del organismo.
La ciencia se ha percatado ya de que el ser humano es luz. El átomo está formado por partículas luminosas que se mueven en grandes espacios vacíos, como las estrellas en el firmamento, y esas partículas reciben su luz del ojo. Si el ojo no está sano, la luz que de él se derrama, mengua, y en nuestro interior los trabajos se realizan en una relativa penumbra. Y si la luz ya no es luz, ¡cómo serán las tinieblas!, Exclama Cristo.
A la oscuridad interna corresponde una oscuridad exterior, puesto que, las realidades exteriores son meras proyecciones de las realidades internas. Y resultará que, si la luz va a la luz, las tinieblas irán a las tinieblas, de modo que si la lámpara de nuestro cuerpo se encuentra en mal estado, la persona solo verá lo que hay de oscuro y tenebroso en el mundo que le rodea. En nuestro actual estado evolutivo, todos llevamos nuestra parte de tinieblas, pero todos poseemos también nuestra parte de luz. Si aquellos que nos contemplan ven nuestra luz y no nuestras tinieblas, la luz que hay en nosotros subirá de grado y todo el universo se iluminará un poco más, empezando por aquel que nos ha contemplado con amor, ya que la luz viene de Hochmah, que es amor, de modo que luz y amor son una misma cosa.
En cambio, si vemos en los demás su parte tenebrosa, al tiempo que los cubrimos de sombras, nos oscurecemos también nosotros y en todo el universo mengua la luz. Si al contemplar a tu hermano, ves sus defectos y no sus virtudes, ten por seguro, peregrino, que tu lámpara se encuentra en mal estado y tarea urgente es que la repares y la limpies.
La ciencia esotérica nos enseña que los mecanismos de nuestro cuerpo son accionados por entidades espirituales que residen en los mundos superiores, pero para trabajar en nuestro organismo, esos seres sublimes necesitan luz. Si no podemos asegurarles una buena iluminación, ellos no acuden al trabajo y su puesto es ocupado por los especialistas de las sombras, es decir, esa clase de entidades que residen en las zonas bajas del Mundo de los Deseos: los luciferes. Su presencia en nuestro interior asegurará la permanencia de las tinieblas y nos será cada vez más difícil identificar, en el mundo exterior, las virtudes que corresponden a la luz.
Por otra parte, en las tinieblas opera la fuerza de repulsión que lo destroza todo y si nuestro cuerpo está en las tinieblas, ello significa que no nos será posible conservar la salud y, un día por el aceite contaminado, otro por la salmonela de los mejillones, otro por las dioxinas, o por la gripe A, veremos el cuerpo consumirse mientras nuestra mente mundana busca el culpable y pide para él un castigo ejemplar; sin sospechar, ni por un momento, que el responsable es ese ojo que se encuentra en mal estado y no deja pasar la luz. Busquemos la virtud en nuestro hermano, veamos únicamente lo bello que hay en él, y a nuestra lámpara volverá la luz.
En el próximo capítulo hablaremos de: servir a dos señores a la vez
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.