La comunicación espiritual – la potencia del Verbo
Juan, en el primer capitulo de su Evangelio, revela el mecanismo cósmico, en virtud del cual Jesús‑Cristo apareció en la tierra y lo hace de una forma cósmica y escribe: “En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios. Todas las cosas fueron creadas por el Verbo y nada de lo que se ha hecho, ha sido hecho sin él. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz sobre las tinieblas resplandece, mas las tinieblas no la comprendieron”. (Juan I, 1‑5).
Nos dice Kabaleb que si interpretamos esa secuencia de acuerdo con nuestros conocimientos cabalísticos, diremos que al principio, las cosas fueron creadas mediante el Verbo. ¿Qué es el Verbo? El Verbo es la acción divina (de Binah); es la exteriorización de la potencialidad de Dios, y esa exteriorización es llevada a cabo por la tercera persona divina, la que conocemos, en términos cabalísticos, con el nombre de Binah, la que aparece en la Biblia con el nombre de Jehovah, y que, en términos cristianos, se conoce como el Espíritu Santo. Ese fue el exteriorizador de la potencialidad encerrada en Kether, que es lo mismo que decir el Padre.
Dicho de otro modo, el verbo representa la estructuración de nuestra personalidad, marcar las bases para el desarrollo de una organización interna que nos permita después actuar en el exterior.
Nos dice que el verbo es la exteriorización de la acción de Dios y eso querría decir que lo primero que debemos activar en nuestra vida es la fuerza de voluntad que nos permite realizar cualquier tipo de acción, porque acción es movimiento y se da a través de la activación de la voluntad.
Nos dice Juan que esa fuerza exteriorizadora que él llama Verbo, estaba con Dios y era Dios, es decir, forma parte consustancial de la Divinidad activa en nuestro sistema solar: es uno de los atributos que la divinidad posee, el de convertir su potencialidad en acción, para crear un universo.
Como nos dicen que nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, eso significa que nosotros poseemos ese atributo que es el verbo, esa potencialidad de acción. Así que podríamos deducir que si no mueves tu vida cuando estás en un periodo de estancamiento, es porque no quieres, no porque no puedas, porque el verbo está en ti, igual que en mí.
Continúa su relato Juan diciendo que Todas las cosas fueron creadas por ese Verbo, por esa tercera persona de la divinidad, y nada ha sido hecho sin su intervención. En esa tercera fuerza creadora estaba la vida, esa vida que procede del primer aspecto de la divinidad, conocido cabalísticamente con el nombre de Kether, y que, en términos crísticos, se conoce con el nombre de Padre.
La vida, dice Juan, es la luz de los hombres. Sin esa luz, ninguna vida es posible. Si la luz se traduce por conocimiento o por comprensión, significa que el conocimiento ala comprensión es lo que nos da la vida, nos saca del marasmo y la tristeza, en resumen, nos pone las pilas.
La tradición hermética nos dice que cuando el ser humano fue creado, esa luz se encerró en sus tinieblas, en su estructura corporal, en su cuerpo físico y gracias a esa luz interna, el cuerpo físico puede subsistir. Pero esa luz que está dentro, necesita aprovisionarse de la luz que está fuera, de igual modo que el cuerpo físico necesita, para subsistir físicamente, ser alimentado regularmente por alimentos que están en el exterior. Al principio esa conexión estaba establecida de forma natural, pero los seres humanos se comportaron de tal manera, que acabó por resultar imposible que se produjera ese aprovisionamiento lumínico, se perdió la conexión, como si desenchufamos nuestra lámpara de la corriente, de modo que la luz resplandecía sobre las tinieblas del cuerpo material, pero esas tinieblas eran incapaces de absorberla: la luz resbalaba sobre esas tinieblas y se iba al abismo.
Luz significa conocimiento, comprensión, visión de las cosas. Para ver tenemos que abrir los ojos, abrirlos a una nueva realidad, la realidad espiritual que yace en nosotros. Si nos mostramos reacios a asimilar esa luz, a dejar entrar ese conocimiento en nosotros, nuestro cuerpo se debilita, enferma.
Era entonces preciso que un representante de la oleada de vida que generaba esa luz viniera a nosotros para explicarnos cómo debíamos proceder para abrir de nuevo esa comunicación, para que la luz de dentro pudiera comunicarse, conectarse y aprovisionarse con la luz cósmica que estaba fuera, dicho de otro modo, para volver a conectar con lo superior de nosotros mismos, con nuestra esencia. Ese enviado divino, encargado de realizar esta conexión, fue Cristo.
Ya solo con el arranque de su primer capítulo nos damos cuenta de que el evangelio de Juan era el del fuego, el más espiritual de los 4. Luego veremos como Jesús llamó a Juan su discípulo bien amado, probablemente porque era el más cercano a él, el que captó cosas que los demás no captaron y el único que permaneció a su lado en su muerte.
Es probable que algunos pasajes te parezcan más cósmicos que otros, pero piensa que los evangelios deben ir penetrando en ti por asimilación, no por comprensión mental así que aunque algunas partes se te atraganten más que otras, al final la luz que genera te penetrará.
En el siguiente veremos cuál fue la misión de Juan Bautista, el llamado precursor.
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