Yo os elegí
“No me habéis elegido vosotros a mí, sino yo os elegí a vosotros, y os he preparado para que vayáis y deis fruto, y para que este fruto permanezca, a fin de que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros”. (Juan XV, 16-17).
Del mismo modo que el Señor elige a sus servidores, las fuerzas espirituales que trabajan con Cristo eligen a sus discípulos. Ya hemos visto que parte de sus apóstoles fueron llevados al servicio crístico por los que ya estaban en él, pero lo importante no es como fueron a Cristo, sino el hecho de que el Señor los admitiera.
Si observamos lo que ocurre en el mundo humano, tendremos un esquema bastante aproximado de como suceden las cosas arriba. Vemos que aquí cuando una persona necesita servicio, pone un anuncio en los periódicos. El anuncio de Cristo son esos cuatro Evangelios, en los cuales se da noticia de que el Reino necesita personal preparado para los trabajos que en él se realizan.
Los interesados que han leído el anuncio se presentan, y lo primero que les pide el Señor, son referencias, que han de permitirle calibrar si son idóneos o no para el trabajo a realizar. Si las considera satisfactorias, tomará los servidores a prueba, para después incorporarlos o no a su servicio.
De igual modo, son muchos los que acuden a la llamada de Cristo y sus arcángeles se encargan de elegir a quienes consideran dignos de entrar en el Reino. Allí pasan por la prueba y los que cumplen con el mandato de amar a los demás, de amarlos como Cristo ama, sin pedir nada a cambio; los que son capaces de dar su vida por el amigo sin pedirle al amigo que dé la suya en retorno, esos son admitidos al servicio y preparados para dar un fruto permanente, en todas las estaciones de su año, ya que obtendrán del Padre cuanto le pidan, o sea, dispondrán de inagotables reservas de voluntad para producir una permanente maduración de todas las cosas.
En el próximo capítulo hablaré de: el mundo os odia
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