¿Y a ti qué?
“Se volvió Pedro y vio que le seguía detrás el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Viéndole pues Pedro, dijo a Jesús: Señor, ¿y este qué? Jesús le dijo: Si yo quisiera que este permaneciese hasta que yo venga, ¿a ti, qué? Tú sígueme. Se divulgó entre los discípulos la voz de que aquel discípulo no moriría, más no dijo Jesús que no moriría, sino: Si yo quisiera que este permaneciese hasta que venga, ¿a ti qué? Este es el discípulo que da testimonio de esto, que lo escribió y sabemos que su testimonio es verdadero”. (Juan XXI, 20-24).
Ahí se forjó la leyenda de la inmortalidad de Juan. Pero, ¿qué es la muerte? Los que estudiamos la doctrina esotérica sabemos que es simplemente un final de capítulo. Actualmente el ser humano solo tiene el sentimiento de vivir cuando se encuentra instalado en su vehículo físico, pero cada día será mayor el número de los que no pierden conciencia al morir su vehículo material.
Sabemos que Juan ha tomado varios nombres al encarnar voluntariamente para ayudar a sus hermanos en la Tierra. Fue Cristian Rosenkreutz al constituir la orden de los Rosa Cruces. Fue más tarde el Conde de Saint Germain, del que dicen las crónicas esotéricas que tenía la facultad de formarse un cuerpo adulto y joven, en el que trasladar sus vehículos superiores cuando el cuerpo físico en el cual funcionaba se encontrase fuera de uso, pudiendo así residir en la Tierra de forma permanente.
Pero Juan vive sobre todo en los seres humanos que han accedido a la fraternidad de la Rosa Cruz, y no nos referimos a los individuos que se autodenominan RosaCruces y comercian con sus conocimientos. Juan vive en los que son, no en los que dicen ser, y en ellos, en sus mentes, en sus almas, sigue escribiendo la doctrina del Reino para que sean los propagadores, los que establecen ese Reino.
“Muchas otras cosas hizo Jesús que, si se escribiesen una por una, creo que este mundo no podría contener los libros”. (Juan XXI, 25).
Así concluye Juan su Evangelio. A partir de este punto comienza la actuación de los apóstoles y jamás tan pocos hombres, con tan pocos medios y rodeados de tanta hostilidad, consiguieron tanto.
En el próximo capítulo hablaré de: epílogo
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