Un modelo de comportamiento
Este punto de la enseñanza nos ofrece un modelo de comportamiento para nuestra vida diaria. Igual que hiciera María, debemos procurar derramar los ungüentos, las esencias de nuestra alma en Cristo cuando lo tenemos sentado en nuestra mesa y no cuando ha bajado ya a la sepultura, ya que nos dice la crónica sagrada que ese era el destino de los ungüentos de María.
Cada vez que damos los ungüentos a Judas para que los venda; es decir, cada vez que necesitamos que en nuestra vida sucedan cosas, que haya anécdotas, acontecimientos, a fin de captar de ellos las enseñanzas que nos enriquecerán, estamos mandando a Cristo a su sepultura, lo obligamos a derramar su sangre en nosotros para que, irrigando con ella nuestra tierra humana, una nueva cosecha pueda florecer.
En efecto, cuando nuestra tierra, nuestro cuerpo material, se ha impregnado de la sustancia crística, los ojos se abren a una nueva realidad, todo adquiere un sentido distinto, hemos sido redimidos, el comportamiento cambia y es abierta la entrada en el reino.
Pero, si ese es el itinerario común para llegar al reino, existe un atajo que podríamos denominar el camino de María y que consiste en vivir las experiencias por dentro, antes de que Judas venda las preciosas esencias de nuestra alma.
Vivir por dentro es imaginar aquello que nuestros deseos ambicionan y hacerlo con tanta intensidad, que se haga innecesario vivirlo en el exterior. Si nuestra alma ambiciona ser Marilyn Monroe y vivir la experiencia del agasajo, del aplauso, de la admiración, imaginémoslo, veámonos en su carne y en su circunstancia, experimentemos internamente los placeres y las amarguras de una Marilyn y llevémosle al Ego Superior la quinta esencia de lo aprendido, o sea, derramando el ungüento hacia arriba, en lugar de entregarlo a Yesod-Judas para su utilización en el mundo de abajo. Se trata de reinvertir el proceso natural y vivir el Vav por dentro y no por fuera.
Escenificar por dentro lo que normalmente debería ser protagonizado por fuera es el primer paso hacia una renuncia a vivir las anécdotas, porque la comprensión de las cosas se realiza por dentro y el alma entiende la dialéctica de los mundos, entiende el discurso divino sin necesidad de tomarlo a cucharadas y con el incentivo de un premio, como suele hacerse con los niños que no quieren comer.
Dice Judas que de ese ungüento de María podían haberse sacado trescientos denarios. En la tabla de letras hebraicas vemos que la cifra trescientos corresponde al Shin, que es precisamente la letra-fuerza en que la actividad divina y la humana se conjuntan, en que la personalidad crística se integra a la profana, dando a la persona un comportamiento unitario. Lo que Judas decía en realidad era que si el alma derramaba sus esencias al mundo exterior por su intermediación, puesto que él era el administrador del grupo, podía conseguir el nacimiento crístico. Pero ese nacimiento se había producido ya en María sin necesidad de llegar a la experimentación exterior, tal como hemos visto en el punto anterior.
El cronista acusa a Judas de ser ladrón y de importarle muy poco los pobres. Es cierto que en Yesod no se piensa demasiado en lo que va a suceder en el mundo material. La función de ese Séfira es convertir en imágenes lo que cada ser elabora en su fuero interno, sea lo que sea y pase lo que pase. Pero se nos dice aquí que Judas es ladrón y algo se queda de lo que pasa por sus manos.
Ya vimos al estudiar Yesod que su función no solo consiste en formar una imagen con las pulsiones recibidas de arriba y proyectarlas al mundo material, como lo hace un televisor, sino que en ese centro de vida toman coherencia y sentido las experiencias realizadas. Esas experiencias, obtenidas gracias a la venta de los ungüentos, no suben en su totalidad arriba para ser absorbidas por nuestro ego.
Muchas de esas experiencias no pueden subir porque son contrarias a las leyes cósmicas: se quedan en el Judas que hay en nosotros, el cual las utiliza para nutrir una contrafigura del Ego, un Ego puramente humano, que dirige las operaciones de nuestra personalidad material. Judas es ladrón porque no restituye a los mundos de arriba todo lo que esos mundos le han confiado.
Ya hemos visto, en el curso de nuestros estudios, que todo debe volver a su punto de partida, y que si actuamos movidos por una fuerza procedente de Netzah-Venus, debemos restituirle a este Séfira el valor prestado y una parte de los beneficios obtenidos con él. Pero si hemos utilizado ese valor para procurarnos sensaciones y vivencias que no son conformes a las leyes cósmicas, las riquezas así obtenidas no pueden ser exportadas a Venus, porque las barreras naturales lo impiden, de modo que le habremos robado a Venus un valor que no hemos podido devolver. Ese valor ha engrosado la parte oscura de nuestra alma, ha sido retenido en Yesod para ser añadido a la cuenta de nuestro karma en vistas a una futura utilización. De ahí que Yesod-Judas sea un ladrón.
En el próximo capítulo hablaré de: el peligro de los milagros
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