Traer discernimiento
«No creáis que haya venido a traer la paz en la tierra; no he venido a traer la paz, sino la espada. Ya que he venido a traer la división entre el hombre y su padre, entre la hija y su madre; entre la madre y la suegra, y el hombre tendrá por enemigos a las gentes de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que conserve su vida, la perderá, y el que la pierda por mi causa, la reencontrará». (Mateo X, 34‑39).
Varias son las enseñanzas que debemos sacar del punto anterior. Alcanzado ya el nivel indicado con anterioridad, es decir, cuando el temor a la muerte ha desaparecido y cuando abandonamos nuestra voluntad a la del Padre, proclamando el Reino por los tejados, entonces la fuerza crística aparece como una espada divisoria. En el dominio de los símbolos, la espada es el signo del discernimiento, el arma que nos permite llevar el combate de la vida con rectitud, sabiendo lo que queremos y a donde vamos.
Antes de la hora de las recompensas, antes de que la paz esté en nosotros para siempre jamás, la fuerza crística producirá una última guerra, de la cual saldrá un nuevo orden. Saldrá un orden sobrenatural, en el que el padre ya no será el padre, ni el hijo, el hijo. En esa marcha hacia la unidad de todo, el filo de la espada crística ha de cortar los lazos privilegiados que nos unen a las gentes de nuestra familia.
El Amor crístico de Hochmah, cuando se derrama sobre nosotros, nos lleva a amar a todos los seres y las cosas por igual, sin distinciones. Mientras amemos a nuestros padres o a nuestros hijos más que a cualquier otro ser, será señal de que hay luces y sombras en nuestro amor y, por lo tanto, aún no somos discípulos de Cristo.
Dicho de otro modo, como estamos viviendo en el mundo de la dualidad, rindiendo tributo a ese rey llamado Herodes, en esa columna de la Izquierda en el Árbol de la Vida, seguimos inclinándonos hacia unos más que hacia otros, hacia la familia de sangre más que hacia la familia de alma. Al volvernos seres crísticos, pasaremos a la columna derecha del Árbol y dejará de estar vigente la dualidad en nuestra vida.
De este modo, seremos capaces de ver las almas de los seres que nos rodean sin ropaje, sin la capa de posesión con la que los distinguimos ahora y entonces serán a nuestros ojos todos iguales, seres de luz a los que debemos amar.
Jesús no dice que no deba amarse al padre o al hijo sino que no debe amársele más que a él y, siendo él la imagen del supremo Amor, amándole a él, se ama todo. Esa carrera hacia el Amor de todo suscitará antagonismos en nuestra casa, porque los amores exclusivos y privilegiados desaparecerán y el amor difuso que sentimos por todo puede ser apercibido por nuestros parientes como una desatención hacia ellos, hasta que les llegue a su vez la hora de la comprensión.
Tomar la cruz y seguir a Cristo significa haber recorrido los senderos que en el Árbol de la Vida crucifican a Tiphereth o dicho de otro modo, haber seguido sus enseñanzas hasta el punto en que nos encontramos. (De Yesod a Kether y de Binah a Hochmah).
El que trate de conservar su vida tal como era antes, dice Jesús, la perderá ya que, efectivamente, al terminar la existencia física, las relaciones desaparecen y el padre deja de ser el padre, y el hijo deja de ser el hijo. En cambio, si se muere a esa vida, si el amor por todo sustituye el amor particular, se habrá conquistado la eternidad y las personas aparecerán en su esencia como Egos inmortales queson y no identificadas con un papel episódico en la vida física. Entonces podremos reconocer a esas personas más allá de lamuerte y programar juntas una nueva existencia física, en la que los papeles estarán cambiados, pero sabremos que aquellos son nuestros antiguos compañeros de vida, prestos para protagonizar juntos una nueva jornada.
Este punto se refiere también a que en el momento que damos el paso definitivo hacia la vía crística, estamos dejando atrás la vida anterior y, por lo tanto, no debemos tratar de mantener las prebendas anteriores, porque no son compatibles con la nueva realidad que estamos iniciando.
En el próximo capítulo hablaré de: ser recompensados según el interés
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