Todo viene de ti
“Ahora saben que todo cuanto me diste viene de ti”, dice Jesús, y acaba esos puntos de la enseñanza con la más sublime de las plegarias: «¡Padre Santo, guarda en tu Nombre a estos que me has dado, para que sean uno con nosotros!”
Ser Uno, como ellos son, ese es el supremo objetivo. El sentimiento de la unidad es lo más difícil de realizar. EI ser humano lo va entendiendo, su razón le dice que todos somos uno, que todos procedemos de la misma fuente. Pero entenderlo no significa vivirlo. Se entiende que somos hermanos y se inscribe esta verdad en una bandera: igualdad, libertad, fraternidad. Ahí queda y, una vez inscrito, cada uno por su lado, y que no nos venga nadie con la pretensión de compartir nuestra mesa, nuestro techo, nuestras posesiones. Hasta la misma familia molesta cuando viene para pasar unos días con nosotros. Mientras el entendimiento de la unidad no sea vivido, todas las proclamaciones de fraternidad serán palabra muerta.
El descubrimiento de la unidad empieza por arriba, porque allí existe esa unidad y solo nos cabe reconocerla. Nuestro trabajo humano consiste en descubrir ese nuevo mundo que es el del pensamiento del Ego Superior, de nuestra divinidad interna. Allí todo es compartido, nada puede ser reservado como propiedad personal. El contenido experimental de un Ego está a la disposición de los demás Egos y no hay secretos, no hay misterios que descubrir. ¿Por qué, entonces, la manifestación de cada Ego en los mundos materiales es distinta en grados y calidad? La respuesta es: porque los átomos-gérmenes que cada Ego contiene, son distintos en sus potencialidades y, por consiguiente, cuando los suelta, al descender hacia una nueva encarnación, en el Mundo del Pensamiento, del Deseo y el Físico, ello da lugar a cuerpos de calidad diferente.
Si reconocemos la unidad primordial del mundo del cual emanamos, si Kether-Padre nos guarda en su nombre, si establece en nosotros memoria de él, toda la peripecia de la vida la veremos como un viaje que necesariamente hemos de efectuar y en el que jugamos a estar separados, jugamos a ser los adversarios unos de otros, los que se aman, o se matan, o se odian, para reencontramos después en la unidad.
Todo lo que vivió Hochmah-Hijo en el segundo Día de la Creación, tenemos que vivirlo nosotros. Y así nuestros sentimientos-agua se levantarán en furiosa lucha contra el designio del Ego, y la razón humana, al servicio de esta agua rebelde, captará la voluntad del Ego para instituir ese mundo que los sentimientos pretenden levantar. Pero a medida que la razón se fortalece en el servicio de los deseos, se hace penetrable al pensamiento del Ego y acaba abandonando a su señor del deseo para entrar al servicio de la divinidad. Es el primer paso hacia la revolución que se producirá después cuando Hochmah-Hijo domine el agua rebelde y reconduzca los sentimientos hacia el Padre. Entonces somos todos uno, como ellos, Padre e Hijo lo son.
En el despliegue de la civilización, vemos que el hombre primitivo tenía ese sentido de unidad y se sentía una parte integrante de la tribu, hasta el punto de que, si era separado de ella, ya no le interesaba la vida, y se dejaba morir o se daba muerte, porque la muerte era la consecuencia natural de su exclusión.
Al involucionar, su sentido de la unidad desapareció, y ya solo fue capaz de reconocer esa unidad en la familia. En la constitución de la pareja encontramos los trabajos de retorno a la unidad. En la lengua catalana, que como todo idioma, posee trazos que permiten seguir el proceso natural de las cosas, hay un término que utilizaban los novios en la primera fase de sus relaciones. Cuando les preguntaban por el estado de esas relaciones, respondían: «Enraonem». Esto es, razonamos en común, estamos unificando nuestras mentes para ver si podemos seguir adelante con ese proceso de unificación, o si nuestras razones volverán a separarse.
Razonar en común, “corazonar”, es el primer paso hacia la unidad después de la tempestad producida por las aguas en el mundo de los sentimientos. Si se consigue el entendimiento con la razón, viene la etapa del enamoramiento, de la fusión de los sentimientos. En esta fase, Cristo-Hijo realiza una labor unificadora. La pareja se convierte en uno, en una misma carne, una misma razón, unos mismos sentimientos, una misma alma.
El camino seguido por la pareja es el que seguirá un día la sociedad entera, y después de ver que las razones de todos son convergentes, pasaremos al enamoramiento de todos y seremos una misma carne. Ya no sentiremos nuestra dependencia hacia un grupo, como el salvaje se siente dependiente de su tribu, sino que nos sentiremos miembros entroncados con la humanidad entera, y solidarios de lo que pueda sucederle a cualquier otro “miembro” de ese cuerpo humano.
En el próximo capítulo hablaré de: los atascos
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