Sin alarmar al pueblo
Todos los años, al aproximarse la Pascua, los principales sacrificadores y los antiguos del pueblo se reúnen en la corte de su jefe Caifás para ver la manera de dar muerte a Jesús, calladamente, mediante astucias, a fin de no alarmar a su pueblo.
Este es el período del año en el cual el Sol transita por el signo de Aries. A través de este signo, el cielo transmite sus designios a la Tierra. Cada año, en el plenilunio de Aries se efectúa esa comunicación trascendente y la Tierra y cada naturaleza humana en particular, reciben de la divinidad un nuevo impulso.
Dos mil años antes de la venida de Cristo, se producía en esas fechas un gran acontecimiento cósmico que coincidía con la entrada del Sol en Aries, en el movimiento llamado de precesión de los equinoccios. En aquella época, un grupo de elegidos abandonaba la esclavitud de Egipto para pasar a una «Tierra» en la que recibirían el cuerpo mental, simbolizado por el maná.
Dos mil años después, entrando el Sol por precesión de equinoccios en Piscis, la vida crística penetraba en la Tierra, impregnando con su vibración todos los cuerpos del ser humano, dando lugar a una Nueva Pascua, a una nueva celebración.
Pero como ya vimos en el capítulo 31, todo movimiento hacia adelante deja en la cola una franja de sombras; toda acción positiva, despierta lo negativo, que se moviliza para combatir aquello que deja a oscuras su reino.
En el terreno astrológico, vemos que el signo de Aries es regido por Marte en su vertiente positiva. Pero hay otro signo regido por Marte, y es el de Escorpio, de modo que cuando el Sol, transitando por Aries, da protagonismo a Marte, lo glorifica como portador de vida, su función en Aries, y como portador de muerte, su función en Escorpio. Y así, del mismo modo que el Salvador del mundo se prepara para culminar su Obra, los antiguos, los sacrificadores que operan en la columna de las sombras, se reúnen en la corte de Caifás, una criatura de Binah, para conspirar contra la luz.
Por ello, en ese plenilunio de Abril, mientras el Sol está en Aries -la puerta de la luz- la Luna se encuentra en Libra -la puerta de las tinieblas- ese lugar del zodiaco en que Sansón es encadenado y cegado por sus enemigos. La Luna conspira contra el Sol, como Judas conspiró contra Jesús.
Al hablar de la unción de Betania (capítulo 28) ya quedó explicado por qué Judas se indignó contra María. Judas era el guardián de los tesoros del grupo y, por consiguiente, el encargado de la venta de los ungüentos. Al quedarse sin las preciosas esencias, se ve frustrado de una parte del tesoro y Satán entra en él.
En el grupo elegido por Jesús, Judas realiza las funciones de Yesod que, como sabemos, consisten en reunir las pulsiones procedentes de los distintos Sefirot para proyectarlas al mundo material. Si los ungüentos, si el perfume de gran precio, o sea las esencias procedentes de los Sefirot de la derecha, son derramadas hacia arriba, sin pasar por las manos de Judas-Yesod, este se verá empobrecido y obligado a derramar en el mundo material lo que le queda, o sea las pulsiones provenientes de los Sefirot de la izquierda, donde se encuentran los antiguos, los sacrificadores, los enemigos de la luz con su jefe supremo, Satán.
Si los perfumes se derraman a través de Yesod, al mismo tiempo que los decretos de la izquierda, la vida resulta equilibrada y la persona oscila entre el Bien y el Mal. Pero si el Bien renuncia a manifestarse abajo y sube directamente al centro de arriba, esto es, Tiphereth, entonces el Mal ocupa sin oposición alguna el centro exteriorizador, que proyecta así al mundo físico programas de traición.
Esta dinámica puede ser observada en el curso mensual de los astros. En efecto, sabemos que es Judas-Yesod-Luna quien guarda los «tesoros» de cada Séfira-Planeta y los derrama sobre la Tierra. Sabemos que Netzah-Venus es el representante de la columna de la derecha en el Mundo de Formación, o sea es el Séfira que se encarga de transmitir a Yesod los decretos de gracia procedentes de su columna. Sabemos que Hod-Mercurio realiza las mismas funciones en lo que se refiere a la columna de la izquierda. Por consiguiente, esos dos ejecutores (Mercurio y Venus) de la voluntad del Ego Superior o de la voluntad del que lo suplanta, del usurpador, esto es, nuestra voluntad humana, acompañan siempre al Sol en su recorrido por el Zodiaco.
De esta forma cuando cada mes, a cada Nueva Luna, Yesod-Judas, recoge las pulsiones dispersas eso es, los «tesoros» sefiróticos, para convertirlos en realidades, Netzah y Hod emiten sus decretos y si Hod-Mercurio transmite una orden de rigor, Netzah-Venus transmite una orden de gracia que la anula o la atenúa en gran manera. Pero Venus a veces se aleja del cortejo solar, se inhibe de las cosas de la Tierra y deja solo a Mercurio. Cuando esto sucede nos encontramos ante un mes lunar de desgracias, porque a través de Mercurio-Hod asoman Satán, Caifás, los sacrificadores y todos los representantes del mundo de las tinieblas.
Afortunadamente, no toda la «tierra zodiacal» es propicia a este tipo de actuaciones, de modo que cuando una Nueva Luna «cae» en un grado dominado por los Sefirot de la derecha, Satán y los suyos se ven en la imposibilidad de realizar sus propósitos, los cuales en cambio sí se realizarán cuando la Nueva Luna caiga en grados controlados por los Sefirot de la izquierda. Los grados regidos por los Sefirot de la derecha son: de 1 a 2, 11 a 12 o 21 a 22 de cualquier signo; de 3 a 4, 13 a 14 y 23 a 24; de 6 a 7, 16 a 17 y 26 a 27.
Los grados regidos por los Sefirot de la izquierda son: de 2 a 3, 12 a 13 y 22 a 23; de 4 a 5, 14 a 15 y 24 a 25; de 7 a 8, 17 a 18 y 27 a 28, de cualquier signo.
En el próximo capítulo hablaré de: Satán entra en Judas
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