Sentaos y orad
Sentaos aquí y orad para no entrar en la prueba, les dice Jesús al grupo de los sentados, que representan esa parte de nuestra naturaleza espiritual que está en el mundo sin pertenecer ya al mundo.
El hecho de haber salido de la sinagoga, de habernos alejado de los valores mundanos, no significa que seamos ajenos a ellos. El estar más allá de las leyes de Binah no implica que podamos transgredirlas, sino al contrario, que nuestra naturaleza ya no se rebela contra ellas y que hemos pasado a ser transmisores de la ley, del mismo modo que los hilos eléctricos transmiten la corriente.
Esta parte sentada, estabilizada en el mundo sin formar parte de él, es vulnerable a las corrientes que transitan por ese mundo, sobre todo durante la noche, cuando las fuerzas de arriba se han retirado y dejan que los agentes de la subversión campen a sus anchas. La parte sentada, esa tercera parte de nuestra personalidad espiritual, sigue siendo vulnerable aún en el momento en que nuestro yo-amor se disponga a fundirse, a disolverse en el mundo.
Para superar esa vulnerabilidad, Jesús propone la oración, y deben prestar oídos a sus palabras los que se encuentran en esa Puerta del camino, porque esta parte sentada, la parte de Binah que hay en nosotros, suele mostrarse reacia a los rezos. Es la parte que sabe, que conoce, experta en leyes, instruida, y a menudo piensa que sus conocimientos le bastan y le sobran para navegar por el mundo espiritual. Y he aquí que de pronto se encuentra atrapada por una pasión, que no le hará perder la parte de conocimientos que posee, pero en cambio puede impedir que avance esa otra parte que se dispone a sacrificarse, a fundirse con el mundo para transmutar la tierra.
Mientras el yo-amor se prepara para la fusión, el yo-sentado debe ayudarlo en esa empresa orando, o sea, permaneciendo en vilo, con los ojos levantados, mirando hacia lo más elevado. Si el discípulo, en sus noches de insomnio, entra en la prueba, el antídoto es orar. Por ello hemos publicado una colección de plegarias, que están en el curso de Ángeles, para que, si la oración no surge de forma espontánea en cada persona, esta pueda sintonizar con sus guardianes, los cuales, a su llamada, se verán obligados a acudir.
El grupo de los avanzados está compuesto por Pedro y los dos hermanos Santiago y Juan. Ya vimos que en la celebración de la Pascua, Pedro y Juan fueron también los avanzados y ya explicamos porqué al tratar ese punto de la enseñanza. Aquí se incorpora al grupúsculo de los que velan -los que deberían velar- Santiago, el hermano de Juan que, como queda dicho, representa el signo de Sagitario, aquel a través del cual la divinidad se exterioriza al mundo.
La mística llegada a España de Santiago, la impregnación de ese lugar por parte del apóstol, tienen mucho que ver con ese punto de la enseñanza. Un día, cuando se escriba la historia oculta de la humanidad, se verá hasta que punto la entidad espiritual llamada Santiago, participó en el descubrimiento y colonización de América, desde Méjico hasta el Sur. Si desarrolláramos ahora este tema podría parecer que estamos exaltando las gestas de una raza. Pero es interesante observar como también América fue dividida en tres partes, conocidas geográficamente como del Norte, Central y del Sur. En el relato histórico, vemos como los de Santiago, cuando iban a emprender la conquista del Norte, buscando oro, se vieron precipitados hacia el Sur debido al descubrimiento del oro efectuado por las gentes de Pizarro, dejando así el Norte, que se convirtió en la parte sentada, la parte estabilizada y próspera, la parte dominante en nuestro estadio evolutivo.
Pero será en las otras dos partes que se establecerá el Reino del Amor, cuando Santiago haya realizado plenamente su obra apostólica aún no finalizada. Será en el Centro y en el Sur de América donde el reino de lo fraternal se establecerá, donde las razas se fusionarán para instituir el mundo de lo sagrado. Y será allí donde Colón puso el pie por primera vez, que la nueva civilización ha de surgir en ese mismo punto geográfico, cuando estas tres místicas naves del primer viaje dejen de ser un símbolo para convertirse en hechos reales.
Santiago, Pedro y Juan deben reunirse de nuevo allí y han de despertar de un sueño. Entonces veremos como ese mar del Caribe, antaño refugio de piratas y ahora receptáculo de huracanes y tifones, se convertirá en el nuevo Tiberiades, sobre cuyas aguas se podrá andar. Y será en esa Cuba tan maltrecha, que ha sido lupanar de los sentados del Norte, tierra sometida y humillada, donde renacerá María y, detrás de ella, el Reino de Cristo.
Cuba es la meta final del mítico Camino de Santiago, que no termina en el templo, sino en el mar, en ese Finisterre que es como una invitación a seguir adelante, fuera de la Tierra, al descubrimiento de un nuevo continente humano, de una nueva dimensión espiritual. El Templo de Santiago de Compostela fue edificado para desviar al peregrino de su ruta, poniendo en su corazón el sentimiento de que ya había llegado. Pero el Camino de Santiago se prolonga en el mar y desemboca en Cuba. Allí volverá un día el apóstol para instaurar el Reino de la paz, la fraternidad y el amor proclamado por Cristo.
Santiago desembarcó antaño con Colón y serán muchos los que un día puedan verlo con los ojos del espíritu, convirtiendo ese nuevo continente en el continente de Cristo.
En el próximo capítulo hablaré de: la tristeza del alma
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