Sembrar confusión
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de corderos, pero que por dentro son lobos devoradores«. (Mateo VII, 15).
Cristo exhorta así a sus discípulos a no caer bajo el dominio de los sembradores de confusión, de los que aparentan una cosa y son otra totalmente distinta. En épocas de gran confusión como la que estamos viviendo, los lobos disfrazados de corderos son muchos.
Todo «profeta» que, por su acción personal o por medio de su «escuela» atenta contra algunas de las normas dadas por Cristo en su sermón, es un falso profeta.
Todo el que «devora» la personalidad de sus seguidores sometiéndolos a ejercicios destinados a «cambiarlos» o induciéndolos a la realización de prácticas que anulan o reducen las funciones psíquicas, son falsos profetas.
Todo aquel que convierte a sus seguidores en vendedores ambulantes en beneficio de la «obra» es el lobo devorador y no el cordero anunciado.
Todo aquel que vacía los depósitos de autoestima de sus seguidores en lugar de llenarlos, es un falso profeta.
Todo aquel que ofrece mediante toque de trompeta técnicas de meditación que han de traer la felicidad, la disminución de las tensiones, el éxito en la vida, es un falso profeta, porque todas esas disposiciones resultan de un estado de ser que puede alcanzarse, ciertamente, a través de la meditación, pero jamás ser el fruto de una técnica tan infalible como el proceso industrial que transforma un pedazo de hierro en un tornillo.
En el próximo capítulo hablaré de: por sus frutos los conoceréis
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