Restablecer el orden
A continuación, Jesús se fue a la casa de Pedro para curar a su suegra, que estaba en la cama con fiebre. Y con esto la crónica quiere decirnos que la fuerza curativa de Cristo penetra en lacasa de sus discípulos, sin necesidad de que estos se lo pidan, para restablecer en ellos el orden perturbado. Interesante punto, porque significa que cuando nos hemos situado en la columna de la derecha, cuando hacemos las cosas según los preceptos crísticos, se restablece en nosotros el orden, vuelve la armonía a nuestro cuerpo y al vibrar de una forma correcta, las enfermedades desaparecen.
Dice la crónica que, una vez curada, la mujer se levantó y sirvió a Jesús. En la lengua simbólica, levantarse significa nacer en el mundo espiritual, elevarse, para servir al Señor que manda en ese mundo. Es natural, a partir de cierto momento, que los familiares de los discípulos sean sensibles a las enseñanzas de los misterios del Reino, porque el medio ambiente en que nacemos y en el que desarrollamos nuestra vida guarda una relación de continuidad con nuestro trabajo humano anterior y a menudo estamos rodeados de algunos que fueron en un pasado nuestros compañeros de vida y que compartieron las mismas inquietudes.
Por ello, uno de los primeros trabajos, cuando se avanza en la senda del crecimiento personal, debe tener por objetivo “levantar” a los familiares, llevando a Cristo o, lo que es lo mismo, llevando su enseñanza, hasta los pies de la cama simbólica en la que están postrados, para que el maestro toque su mano y la convierta en instrumento de servicio.
Si nuestros familiares nos acompañan en la gran aventura espiritual, si se levantan para servir al Maestro, es señal de que todo se desarrolla en perfecto orden y, con toda seguridad, la obra humana que hemos emprendido será fecunda.
En cambio, si los familiares siguen acostados, indiferentes, si Cristo no toca sus manos movilizándolos para la acción espiritual, será señal de que queda mucho por hacer. Ellos representan algunas de nuestras tendencias internas, son su proyección exterior, y su no participación en la empresa espiritual, significa que nosotros mismos solo estamos parcialmente movilizados para ella, y que en nuestro interior hay tendencias que no comparten el entusiasmo sentido por la tendencia reinante. Si un día esas tendencias sin corona llegaran a gobernar en la psique, nuestro crecimiento personal se frenaría.
Ahora bien, no confundamos levantar los familiares con comerles el coco para que se adhieran a nuestra causa. No debemos forzar a nadie, el cambio y el interés por lo espiritual deben surgir de forma natural.
En el próximo capítulo hablaré de: los demonios de la noche
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