¿Quién es el traidor?
En la crónica de Juan leemos que cuando sus discípulos preguntaron al Maestro quién era el traidor, él respondió: «Es aquél al cual daré un pedazo mojado, y mojando un bocado en su propio plato, se lo dio a Judas”. (Juan XIII, 26).
En este punto vemos el trato que hemos de dar al traidor. Allí estaban todos los apóstoles comiendo y bebiendo la sustancia crística, pero Judas tuvo el privilegio de comer en el mismo plato que su Señor, y fue Cristo en persona quien puso el bocado en su boca. Debemos, por consiguiente, tratar de una manera privilegiada al traidor. Es natural que procedamos así, puesto que se trata de una antiguo ofendido y, si no lo es, si es un traidor de oficio, bastante tiene con llevar sobre sí esa pesada carga para que, encima, le arrojemos nuestra animadversión y desprecio. Al contrario, llevemos nuestros bocados a su boca, privilegiémoslo en el trato y digámosle: «lo que tengas que hacer, hazlo pronto«.
Así cortaremos la corriente del mal y no estaremos pasando una vida vengando las afrentas y otra vida pagando por las anteriormente recibidas.
El mal fue una necesidad al comienzo de la evolución y Cristo vino para poner fin a esa necesidad. Por consiguiente, cuando nuestro Cristo interno ha alcanzado los escenarios del Mem, debemos ser capaces de comer en el mismo plato con aquel que saldrá de nuestra mesa para traicionarnos.
«Lo que debes hacer, hazlo pronto, dijo Jesús a Judas al poner el bocado en su boca y los discípulos no comprendieron el significado de sus palabras, ya que, como Judas llevaba la bolsa, algunos pensaron que Jesús quería decirle: compra lo necesario para la fiesta, o que encargaba que diese algo a los pobres. Judas, habiendo engullido el pedazo, se apresuró a salir. Era de noche“. (Juan XIII, 28-30).
Vemos aquí como los más próximos a Cristo, incluso aquel que «está reclinado sobre su pecho» (Juan XIII, 23), no comprenden la dinámica de la redención y la trascendente partida entre Jesús y Judas se está desarrollando ante sus ojos sin que la entiendan.
Juan nos dice que Satán entró en Judas en cuanto le fue dado el bocado; los demás evangelistas nos dicen que fue al derramar María los ungüentos cuando los satánicos empezaron su actuación en él. Lo cierto es que cuando Judas engullía el pedazo que Jesús le diera, Satán ya estaba dentro y, por lo tanto, el alimento crístico era captado por esa fuerza interna y su voluntad de traición se veía nutrida.
Hemos visto, en nuestros estudios, que la voluntad de Kether es la fuerza misteriosa que lo mueve todo pero en nuestro estadio evolutivo actual, es a través de Tiphereth como recibimos nuestra parte de voluntad. En un horóscopo, es la posición del Sol lo que nos revelará hasta qué punto la voluntad es activa en una persona. El Sol-Tiphereth es el motor que la impulsa y, según su posición y sus aspectos, sabremos si irá lejos o permanecerá cerca de su posición inicial.
Para hacer efectiva su traición Judas necesitaba que fuera el propio Jesús-Tiphereth quien le diera la orden. Si él no le hubiese dicho, dándole de comer de su propio plato «lo que debes hacer, hazlo pronto«, Judas, por muchos que fueran sus planes de traición, no hubiese podido traicionar.
Así sucede en el cielo a cada nueva Luna, cuando el Sol y la Luna se encuentran en un determinado punto del Zodiaco. Ambos están entonces frente a frente y Cristo-Sol alimenta con sus radiaciones a Judas-Luna y le dice: «lo que tengas que hacer, hazlo pronto«, y allí va Judas cabalgando por el cielo y realizando la misión encomendada por el Sol.
Ese Cristo-Sol aparece todos los meses ante Judas-Luna cargado de los propósitos humanos que ha recogido al transitar por un determinado signo. Son propósitos que las personas han formulado en su interior, con el deseo de verlos cristalizados en el exterior, para gozar con la representación material de aquello que es tan solo un deseo. Entonces Cristo-Sol da su vida, es decir, esa esencia llamada voluntad, que el Padre le ha confiado, para que en el universo haya las energías suficientes en vistas a esa materialización con que sueñan los humanos.
Judas-Luna, una vez recibido el precioso bocado de Cristo-Sol corre a buscar a los sacrificadores, o sea a las fuerzas que trabajan en la cristalización de los impulsos energéticos y que transforman lo divino en objeto humano, a fin de que, desde la tierra misma, el ser humano pueda recibir del objeto que tiene en sus manos la inspiración, el perfume de la divinidad que encierra. Cristo-Sol es el que ordena. Judas-Luna ejecuta; es el ejecutivo que «vende» el producto elaborado por su patrón.
En el próximo capítulo hablaré de: la dinámica de la redención
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