Préstame tres panes
«Si uno de vosotros tiene un amigo y va a su encuentro en plena noche para decirle. amigo, préstame tres panes, ya que uno de mis amigos ha llegado de viaje y no tengo nada que ofrecerle, y si, del interior de la casa, el amigo le responde: no me importunes, que la puerta ya está cerrada, mis hijos y yo mismo estamos en la cama y no puedo levantarme para darte los panes. Yo os digo que si no se levanta para dárselos por ser su amigo, se levantaría a causa de lo inoportuno de la demanda y le daría todo cuanto le pidiese”. Así empieza el capítulo Xl de Lucas, al referir como los discípulos le pidieron al Maestro que les enseñará a rezar. A continuación Lucas repite la secuencia del Pedid y se os dará para terminar diciendo: «Si vosotros malos que sois, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, con mayor razón el Padre celeste dará el Santo espíritu a los que se lo piden«. (Lucas Xl, 1-13).
Vemos en este punto como la divinidad puede verse forzada a actuar ante la insistencia inoportuna de un peticionario que dirige sus demandas cuando las oficinas de arriba ya están cerradas. Esta secuencia indica claramente que los favores divinos deben pedirse a su tiempo y a su hora. Pero si la persona se encuentra en una situación de emergencia, como ese amigo inoportuno de la parábola, entonces la divinidad «se levanta de la cama» para atenderlo.
Dios escucha las plegarias a toda hora, pero debemos aprender cual es el momento adecuado para formularle nuestras demandas. Solo en caso de auténtica necesidad podemos alterar su orden. En ese caso, la insistencia es lo que hará que la divinidad nos atienda. Si la petición es formulada una sola vez, la divinidad responderá: “No me importunes, que estoy en la cama”. Si la demanda se repite solo entonces la puerta se abrirá. O sea, que las plegarias formuladas fuera de su tiempo deben ser más persistentes y tener un justificativo natural: la inoportunidad no puede ser una regla, pero la insistencia sí lo es. Sin embargo, dice Jesús que el Padre dará el santo espíritu al que se lo pide, no que le dará honores o riquezas.
En el próximo capítulo hablaré de: arrojar demonios
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