Por un juicio
Después Jesús dijo: “He venido a este mundo por un juicio, para que los que no ven, vean, y los que ven se vuelvan ciegos. Algunos fariseos que estaban con él, habiendo oído esas palabras, le dijeron: ¿Nosotros también somos ciegos? Jesús les respondió: si fuerais ciegos, no tendríais pecado. Pero ahora decís: nosotros vemos. Y es por ello que vuestro pecado subsiste”. (Juan IX, 39-41).
Cristo se encuentra aquí en el escenario de Teith, hemos dicho. En este mundo, el del Teith, la fuerza crística promueve un juicio, que dará lugar a una sentencia. En efecto, Yesod, el centro sefirótico que rige el Teith, es aquel en el cual tienen lugar los juicios inapelables, puesto que una vez formulados en Yesod, ya nada podrá detener el flujo de las imágenes en nuestra vida exterior, tal como hemos comentado anteriormente.
En el ciclo zodiacal, Libra, en cuya simiente el Teith se ha formado, es un signo Yod, si lo consideramos en su Elemento, el Aire; pero es un signo Vav si lo consideramos dentro del ciclo de los signos cardinales, puesto que Aries es el Yod, Cáncer el He y Libra el Vav. O sea, que si por un lado planta las semillas del pensamiento, por otro exterioriza la fuerza cardinal que penetra por Aries, o sea que objetiviza, plasma en la vida material, el mensaje subjetivo que el ser humano recibe por la puerta de Aries. Así se explica que en el Teith actúen Netzah por un lado y Yesod por otro.
La objetivización de ese mensaje que se llevaba dentro, o sea su aparición en el exterior, hace que aquellos que no lo veían, ahora lo ven, porque el mensaje se ha escenificado, lo están viviendo convertido en una situación, con personas que lo protagonizan. En este sentido, Libra, como Yesod, ejercen funciones reveladoras: revelan una verdad que se encontraba encerrada en el interior y que sale fuera.
Libra revela al ser humano su naturaleza interna, su yo inconsciente, ese gran desconocido que ha estado viviendo arropado en sus entrañas, la otra polaridad de su alma. Lo revela en la vida material y ese ciego que no veía, ve aparecer al hombre o a la mujer que ha de convertirse en el compañero de su vida. Es por mediación de Libra, de Netzah y de Yesod que se contrae matrimonio.
Cuando Cristo actúa en el Teith, su luz es impulsada hacia el exterior y la persona descubre la dinámica del reino. A partir de entonces resulta fácil seguir al maestro porque se percibe claramente el camino.
Pero Jesús nos comenta que su actuación en el mundo del Teith volverá ciegos a los que ya ven. ¿Qué puede esto significar?
Hemos dicho que una vez formadas las imágenes en Yesod, estas tienen que catapultarse inevitablemente a nuestra vida exterior, del mismo modo que la mujer embarazada de nueve meses debe parir la criatura. Pero esto no es enteramente cierto, como bien saben los estudiantes de astrología.
En el proceso normal de desarrollo espiritual de una persona, las imágenes internas deben, efectivamente, salir al exterior para que aprenda la experiencia al vivirla protagonizada por ella y otros. En el dramatismo de la acción, la persona aprenderá y aportará al Ego Superior el fruto por él deseado. Pero en los que ya ven que esto es así; los que ven que la vida es un juego en el que las cosas ocurren para que aprendamos una lección, la aparición de Cristo en la puerta del Teith producirá el efecto contrario, es decir, los cegará, los privará de esas anécdotas externas, viviendo en el interior de sus almas la acción que debería desarrollarse en el exterior.
O sea, que si ya somos conscientes de la dinámica cósmica, si ya vemos perfectamente el sentido de las leyes divinas y nos apercibimos de lo que el Ego Superior nos pide, no será necesario que pasemos por la experiencia material; nuestros ojos se cegarán al mundo exterior y lo viviremos todo por dentro.
Entonces esa criatura ya formada en Yesod, a punto de salir al exterior, se disolverá miembro a miembro, y su esencia enriquecerá nuestra visión interna. Se habrá desencadenado en nosotros un proceso alquímico y los metales que ya estaban en sus puestos para sostener el cuerpo anecdótico de las escenas que íbamos a vivir, se verán convertidos en su esencia primordial, en el crisol de la luz crística.
En ese sentido, ser ciego al mundo material, significa estar limpio de karma. Mientras tengamos deudas a liquidar a nuestros hermanos de evolución, estos reclamarán nuestra presencia en el mundo para que se las paguemos y no podremos cerrar los ojos a las realidades materiales. Por ello decía Jesús a los fariseos: «Si fuerais ciegos no tendríais pecado«, mientras que seguir viendo significa que el error subsiste.
En la hora Teith debemos empezar a cerrar los ojos al mundo material para abrirlos a las realidades del espíritu.
En el próximo capítulo hablaré de: préstame tres panes
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.