Pedid y se os dará
«Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. Ya que quien pide, recibe; el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre«. (Mateo VII, 7 a 8).
Cristo anuncia aquí una regla activa en la columna de la derecha del Árbol de la Vida, que es de donde proceden las energías creadoras que manan del mundo divino. Hemos interpretado esa promesa crística en su sentido material y nos hemos dicho: «puesto que se nos invita a pedir, pidamos que nos toque la lotería, pidamos dinero, joyas, casas, éxito en los exámenes, buena salud y todos los demás componentes de una supuesta felicidad terrena«. El propio Tomás vio que esto no funcionaba y se quejó al Maestro, quien tuvo que advertirle que estaba hablando en términos espirituales.
En efecto, para que algo se produzca en el mundo material, donde todo tiene una forma, es preciso que antes haya sido elaborado, utilizando en esa elaboración las energías necesarias.
Un niño tarda nueve meses en formarse y algo tan simple como el pan de trigo exige un año de preparación, desde que se plantan las semillas del trigo, que son las que contienen las energías creadoras, hasta que se recoge el grano y se muele para convertirlo en harina.
Dios no puede transgredir sus propias leyes y otorgar, en un instante, lo que exige un ciclo natural para formarse. En los mundos de arriba, donde la dimensión del tiempo no existe, las cosas son distintas y ya hemos visto, al hablar de las Bodas de Caná, cómo Cristo transmutó el agua en vino en un instante. Pero, como dijimos entonces, se trataba de un milagro involuntario, en el que la naturaleza de Cristo se vio forzada por la compasión, porque el Dios se había hecho hombre y era inevitable que se comportará también como un ser humano.
También es cierto que Cristo, en el curso de su ministerio, llevaría a cabo curaciones instantáneas, pero en ellas no se apreciaba una voluntad divina actuando sobre un deseo humano, sino que era la persona, el enfermo, quien se alzaba de repente hacia el reino de la perfección, en el que la enfermedad es algo que no existe, quedando al instante limpio de sus lacras.
Si la acción curativa hubiese partido de Cristo, todos los enfermos se hubieran curado y, en cambio, solo sanaban los que «tenían fe» y de forma bien clara lo expresaba el Maestro al decir a cada uno de ellos: «Tú fe te ha curado«. Trataremos más ampliamente este punto cuando abordemos el capitulo de las curaciones.
El «Pedid y se os dará» hay que referirlo al mundo espiritual, o sea, al de las energías creadoras. Si nuestra voluntad solicita esas energías, inmediatamente se movilizarán en los mundos de arriba las entidades encargadas de dárnoslas, y vendrán a depositarlas en nuestros vacíos internos.
Las peticiones pueden ser muy variadas, según la idiosincrasia del espíritu que pide, pero podemos tener la seguridad de que nuestra petición será atendida. Si lo que pedimos entra dentro de las posibilidades de realización material en la presente vida, si no es contrario a los imperativos de nuestro destino y es acorde con la corriente propulsada por nuestro Ego Superior, esas energías creadoras que nos son dadas, después de pasar por su ciclo natural de elaboración, aparecerán como una realidad material.
En cambio, si la petición es contraria al programa del Ego Superior, entonces las semillas creadoras permanecerán en su estado potencial para ser incorporadas al programa de una nueva existencia. Su presencia en el átomo‑germen de los cuerpos obligará al Ego a programarlas en su próximo descenso al mundo. Así, el que pide riquezas y placeres, puede que no sea atendido en la presente vida, pero lo será con toda seguridad en una existencia ulterior. Conviene pues que al pedir, solicitemos bienes duraderos; pidamos sabiduría, como Salomón, porque lo demás ya vendrá por añadidura.
El «Buscad y encontraréis» es válido en todos los mundos, pero es preciso referirlo, claro está, a la búsqueda de la verdad. Cuando el alma humana emprende esa búsqueda, aparece la fuente que ha de aprovisionarla, porque los ángeles tutelares están precisamente para atender esas demandas. Ellos se encargarán de orientar a sus protegidos hacia los libros, las escuelas, las entidades, las personas que puedan aprovisionarlos. A veces será necesario un largo desplazamiento para facilitarles el material, otras veces el que busca encontrará en sí mismo, si en él hay existencias de lo que está buscando en estado energético y potencial.
La hija de Stalin, el emperador comunista, tuvo la revelación de Dios en el Kremlin, cuando todo a su alrededor le hablaba de la no-existencia del Creador. La búsqueda de la verdad conduce siempre a revelaciones que van iluminando progresivamente el alma. Lo malo es cuando ese alma se detiene en el camino, pretendiendo haber encontrado definitivamentelo que andaba buscando, porque la verdad es algo en permanente evolución, que se elabora con los días y que exige del alma encontrarse también de forma continua en camino hacia esa meta móvil e inalcanzable.
«Llamad y se os abrirá» es la tercera sentencia formulada por Cristo en el punto siete del séptimo capitulo de San Mateo. Pedir, buscar y llamar son las tres formas de indagar las naturalezas de las tres entidades de la Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo, que se presentan en el Árbol Cabalístico como Kether, Hochmah y Binah, estos dos últimos operando en el mundo material a través de Tiphereth y Yesod.
Dar es una prerrogativa del Padre; hallar es un don del hijo y abrir lo es del Espíritu Santo. Por ello en la ciencia esotérica antigua encontramos tan a menudo el símbolo de la llave que abre la puerta del conocimiento y en los antiguos templos iniciáticos, el candidato al conocimiento de los misterios llamaba con grandes golpes en la puerta, que se abría a esa llamada.
Llamar, buscar y pedir, en orden inverso, son tres etapas obligatorias en el camino de la realización espiritual. Llamar a la puerta o buscar la llave, que es lo mismo, puesto que con la llave ya no será preciso llamar, es la primera tarea, ya que esa puerta, siendo la del conocimiento, el candidato descubrirá las leyes que rigen el universo aprenderá a adaptarse a ellas.
Ya con ese conocimiento, su búsqueda se orientará hacia los valores de la columna de la derecha, los representados por Cristo y así podrá encontrar el tesoro escondido, símbolo que tan a menudo aparece también en los cuentos de inspiración cristiana y que representa el encuentro de esa luz/energía oculta en el envoltorio material.
Ya en posesión del conocimiento y rico gracias al tesoro, su petición al Padre ya no será descabellada o inadecuada, sino que le pedirá lo que Cristo le enseñó a pedir: que se haga su voluntad, es decir, que cada uno de nosotros pueda ser el ejecutor en la tierra de la voluntad de nuestro Padre Eterno.
Pedir, buscar y llamar son las tres etapas que conducen al Reino.
En el próximo capítulo hablaré de: nuestro padre, una imagen del padre
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