Nicodemo
Termina el capítulo con la intervención de Nicodemo, el hombre que visitara a Jesús abogando en su favor. Los fariseos replican: «Investiga y verás que de Galilea no ha salido jamás profeta alguno. Dicho lo cual cada uno se fue a su casa”. (Juan VII, 50-53).
Esa Galilea de la que aquí se habla, es el país de los sentimientos, en el cual, ciertamente, no hay profetas.
En efecto, el reino de los sentimientos es voluble. En su trono se sientan señores que abrigan propósitos muy distintos. Es imposible prever lo que pasará cuando el ser humano vive dominado por sus sentimientos y de ahí que nadie pueda profetizar lo que va a ocurrir.
Solo cuando los ríos de agua viva han manado en las entrañas del hombre nuevo, se produce en los sentimientos una estabilidad, porque pasan a ser gobernados por la conciencia, en la que figuran escritas las leyes eternas y ello da lugar a un comportamiento coherente, previsible, sobre el que se puede profetizar.
Al no haber penetrado la fuerza crística en el corazón de esos príncipes, no podían saber ellos que de ese país de los sentimientos sí puede salir un profeta. Cada uno se fue a su casa, es decir, a sus respectivas posiciones.
En el próximo capítulo hablaré de: la oveja extraviada
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