Malkuth
El establo en el que se encuentran las ovejas, es Malkuth, y la puerta de ese establo es la que da acceso al pasillo que conduce a Yesod. Todo el que no entra por esa puerta, sino por otro lado, es un ladrón y un bandido, dice Jesús.
En las enseñanzas cabalísticas se habla del palacio de las cincuenta puertas o de las cincuenta puertas de la inteligencia. Se trata aquí de puertas de servicio. El rey del palacio no utiliza más que una, las demás puertas son para los extraños.
La puerta real es la que el portero Yesod abre al señor del palacio, que es Tiphereth, representante único de Kether. Cuando los programas divinos son asimilados, estos se inscriben en la conciencia representada por Tiphereth y es este señor del palacio el que los conduce, integrados, a nuestra tierra material, ese Malkuth que todos somos en su expresión microcósmica.
Los programas que entran por las restantes puertas, son los que han escapado a la conciencia, los procedentes de abajo, utilizando los desperdicios consumidos por los Luciferianos que originariamente procedían de Binah, Hesed, Gueburah, Netzah y Hod en sus diez especialidades energéticas, puesto que los diez Sefirot se reflejan en cada uno de ellos y esas diez personalidades sefiróticas, multiplicadas por los cinco que acabamos de nombrar, dan las cincuenta puertas de penetración al margen de la conciencia.
Ya hemos estudiado como los impulsos cósmicos «viajan» de Séfira en Séfira, hasta desembocar en Yesod, donde se forma la imagen que es proyectada a nuestra realidad material. Si tomamos el dibujo de el Árbol Cabalístico, en el que los diez Sefirot se reflejan en cada uno, y si en ese dibujo situamos a Malkuth en el centro, en la posición de Tiphereth, podemos trazar cincuenta caminos conduciendo de Malkuth a los diez círculos figurando en Binah, Hesed, Gueburah, Netzah y Hod. Tendremos así el palacio de las cincuenta puertas por las que penetran las energías desperdiciadas, administradas por los Luciferianos, a los que Jesús se refería cuando hablaba de los ladrones y los bandidos.
Dice Jesús que él es el pastor del rebaño y que cuando aparezca sacará las ovejas del corral y las llevará a la tierra de los abundantes pastos. Cuando la conciencia, iluminada por la personalidad crística, penetra en nuestra morada material, en nuestro Malkuth, la puerta del establo se abre y las ovejas quedan liberadas, es decir, las múltiples tendencias de nuestra personalidad profana ya no dependen de los ladrones que penetran por las cincuenta puertas de servicio para darles de comer y luego degollarlas sino que todas tienen acceso a los mismos pastos, todas se alimentan con los mismos ingredientes.
El Yod es el número diez y en él se produce un retorno a la unidad. Cabalísticamente, el Yod se encuentra bajo el dominio de Kether en su segundo ciclo, puesto que Malkuth, que es el Séfira número diez, no es más que un espejo en el cual las virtudes de Kether van siendo reflejadas. Cuando todas las virtudes de Kether hayan sido integradas en Malkuth, este desaparecerá y será un nuevo Kether.
Cristo, al abrir la puerta del establo y liberar las ovejas, pone a su alcance los pastos que se encuentran en los demás Sefirot. En esa abundancia podrán adquirir todas las virtudes existentes en nuestro universo solar y, alimentándose en las mismas fuentes, la unidad se establecerá en las ovejas y todas se reconocerán como formando parte de esa unidad. Ya no dirán: yo soy inglés, o francés, o español. Yo soy mejor, más grande, soy esto o aquello, sino: soy una oveja de la manada divina, un elemento al servicio del creador.
Al entrar en el establo, Cristo ha puesto su vida en las ovejas, ha interiorizado en ellas su soplo; pero luego, cuando las ovejas hayan comido sus pastos, manifestarán su vida al exterior, de modo que la vida que Cristo les da, la tomará de nuevo de ellas. Todo quedará perfectamente universalizado y en toda la tierra se hablará una sola lengua y los seres humanos serán movidos por un solo impulso.
“Hubo de nuevo división entre los judíos a causa de esas palabras. Varios de entre ellos comentaban: está poseído por el demonio, y ha perdido el juicio, ¿por qué le escucháis? Otros decían: No son palabras estas de quien está endemoniado. ¿Por ventura puede un demonio abrir los ojos de los ciegos?”. (Juan X, 19-21).
A cada una de sus etapas, Cristo convence a unos y moviliza contra él a otros.
La fuerza crística penetrando en el Yod produce la unificación de todas las cosas, hemos dicho, nos permite contemplar internamente la perfecta unidad del universo y la conciencia particular se funde con la universal. Malkuth y Kether se interpenetran por la mediación del Hijo y ya no hay «tuyo» y «mío» sino que el alma siente que está operando en un patrimonio común.
Pero los judíos que hay en nuestra organización interna se resisten a esa fusión. Los judíos, dentro de nuestra organización anímica, son los particularismos que hay en cada uno de nosotros, aquello que nos singulariza y nos distingue de los demás. Nuestros judíos internos son algo que tarde o temprano ha de desaparecer de nuestra psique porque mientras existan, mientras estén en nosotros los gérmenes que nos separan de los demás, sufriremos el asalto de los ladrones y bandidos que entran, cuchillo en mano por las cincuenta puertas de servicio.
Si Cristo entrando en el Yod no nos convence, nos convencerán finalmente las dificultades impuestas por las entidades que administran las fuerzas desperdiciadas.
Cuando se vive bajo el imperio de los Luciferianos que trabajan con los desperdicios, llegamos a considerar como normal, el mundo que ellos han establecido, es decir, el modelo de sociedad que hoy es el nuestro. Entonces, cuando el dueño del establo aparece, portador de una profunda alteración en nuestra vida, decimos que es el demonio.
El que vive sobre un volcán acaba considerando como normal su situación, y para él sería anormal verse desalojado e instalado en tierra firme. Nos gusta nuestro particularismo, nuestra idiosincrasia, y así vemos que cada uno, en su tierra, la prefiere a todas las demás y, por árido que sea el lugar en que vive, por áspera que sea su lengua, la considera mejor.
Abandonar el particularismo para integrarse al rebaño que va a los pastos del universo unitario, tal es el trabajo a realizar cuando la fuerza crística penetra en el Yod.
En el próximo capítulo hablaré de: la fiesta de la Dedicación
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