Lección 4: La formación de la galaxia

Al hablar de la Creación, no me refiero solo a acontecimientos que tuvieron lugar hace miles de años, sino a un proceso que está sucediendo cada día en tu interior. La Creación es un ser vivo, latente, que nace, crece y se desarrolla con cada nuevo día. Es un proceso maravilloso que ayuda a despertar la conciencia, que impele a sentir la vida, a saber que se evoluciona. Es importante mostrar una actitud abierta, de participación, de integración, de sentirse parte de un todo, en el cual aportando un granito de arena ayudas a que evolucione el planeta. Por lo tanto la creación es lo que la física llama un continuum, un proceso que no tiene ni principio ni fin.
Nos cuentan los textos tradicionales que el trabajo del jefe de nuestro sistema solar consistió en mezclar las doce esencias zodiacales para formar con ellas todo lo que hoy existe en la galaxia.
Nos cuentan que los zodiacales eran una especie de energías creadoras, que prestaron su esencia para formar nuestro mundo. Esto daría sentido al hecho de que todos nacemos bajo la dirección de un signo zodiacal. Y cuando levantamos nuestra carta del cielo personal, lo que llamamos la carta astral, aparecen repartidos los planetas por los 12 signos.
Para llevar a cabo su plan, dividió su espacio en siete planos y se fijó un plazo de siete Días Cósmicos para llevar su obra a la perfección.
Ahora ya entiendes por qué son siete los días la semana ¿Verdad? Y también son siete los planetas principales de nuestro sistema solar, los primeros que fueron descubiertos: Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio, Luna.
Desde un punto de vista humano parece un plazo muy corto para tanto trabajo, pero los conceptos de espacio y tiempo que maneja Dios son distintos de los que empleamos nosotros, mucho más amplios.
Si te fijas en lo que sucede en el mundo de los sueños, el que en terminología esotérica se llama el mundo astral o de deseos, ves que cuando duermes, el concepto que tienes del tiempo se difumina. Esto es lo que permite que puedas dormir una hora y haber tenido un sueño tan intenso que te pareció que duraba siglos.
Buscando una aplicación práctica de esa división podríamos decir que si nuestro arquitecto ha dividido su obra en etapas, nosotros también deberíamos fraccionar nuestro trabajo en fases y fijar para cada una de ellas un plazo determinado. De esta forma conseguiríamos que los proyectos estuvieran organizados siguiendo un esquema natural.
Las siete fases de un proyecto
- Organizar
- Amplificar
- Corregir
- Tomar consciencia
- Adornar, embellecer
- Comunicar
- Proyectar al exterior
Empieza la Creación

Anteriormente hemos comentado que el Creador dividió su trabajo en siete Días Cósmicos. Veamos cómo lo hizo.
Como partía de una historia virgen, el único material del que disponía era él mismo. Sucede lo propio cuando quieres iniciar cualquier cosa en la vida. Primero empieza siendo una idea que está en tu interior.
Así, nos dice la tradición que en el primer Día de la Creación, Dios se dividió en pequeñas fracciones, como si hubiera creado muchas sucursales de su empresa. A esas filiales les llamó Espíritus Vírgenes. Es un poco como si Dios se hubiera dividido en millones de pequeñas partículas o chispas, como sucede cuando se enciende una bengala. A esas pequeñas partículas se les ha confiado la misión de colonizar la galaxia, como lo hacían los exploradores, para recoger información acerca de sus particularismos. Gracias a esta investigación, Dios se nutre y eleva su nivel de conciencia para poder mejorar su obra.
Como el esquema de la creación se repite en todos los seres vivos, si cogemos una manzana, veremos al abrirla como está llena de pepitas (Espíritus vírgenes) dispuestas a ser plantadas para generar una nueva experiencia, una nueva creación, un nuevo manzano.
Los espíritus Vírgenes, o sea, las chispas divinas, han ido bregando durante mucho tiempo hasta adquirir un cuerpo y una conciencia individualizada que se refleja en el ser humano actual (han formado su propio manzano). Así, esas partículas del arquitecto de nuestro sistema solar tienen entidad propia y es lo que llamamos el Ego Superior o nuestro Dios Interno. Este Ego dispone de tres vehículos para conseguir experiencias: el cuerpo físico, el cuerpo emotivo y el cuerpo mental. Pero este es un tema a desarrollar más adelante.
La idea entonces es que el Creador se desprendía de muchas semillas (los espíritus vírgenes) y estas fueron evolucionando hasta adquirir una conciencia individualizada. Cada semilla ya es un jefe, al que llamamos Ego Superior. Es como una energía inteligente que mora en nuestro interior.
Este jefe se vale de 3 vehículos para que proporcionen experiencias y así ir evolucionando. Veamos a continuación cuáles han sido las fases por las que ha pasado la semilla.