Lección 3: El jefe
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Una de las preguntas habituales que se formula el ser humano es: ¿Quién es el jefe, quién manda? ¿Quién dirige esta gran obra de teatro que es la vida? ¿Es Dios? ¿Tiene algún otro nombre? ¿Existe de verdad?
El ser humano necesita elementos concretos para prefijar su realidad, nombres que le ayuden a centrar sus ideas y conceptos, para comprender. Así, la tradición dice que existe un gran arquitecto del universo al que llamaremos Ser Supremo. Se encarga de organizar y de crear los millares de galaxias existentes en el cosmos. Es el jefe principal, en una gran empresa estaríamos hablando del Presidente. Se ha encargado de elaborar las directrices generales, los planes de desarrollo a gran escala, de los cuales ya hablaremos más adelante. Y como todo buen mandatario, ha delegado en gerentes para que se encarguen del funcionamiento de cada una de sus sucursales. Ahí aparece la figura de Dios, como “gerente” de esta galaxia, la Vía Láctea, la nuestra.
Al hablar de divinidad, es preciso tener en cuenta que muchos pueblos utilizan nombres distintos para citar a sus dioses, pero suelen referirse a la misma fuerza.
Si Dios tiene varios nombres, es lógico pensar que diversas deben ser las vías que conducen a él, por lo tanto, resulta aconsejable ser transigente con la fe, con las creencias de los distintos pueblos de la tierra, porque sea cual fuere la fórmula utilizada, en realidad se dirigen a una misma entidad. El respeto es siempre una muestra de sabiduría.
Las religiones, en más de una ocasión, han contaminado el concepto de Dios, porque su necesidad de control los lleva a vender a Dios como un ser vengativo, que castiga a todo el que no sigue una moral determinada. Pero un personaje llamado Jesucristo vino a cambiar esa visión.
Por ejemplo, ese iniciado llamado Jesús, que vino a decir que Dios era su padre, transmitió la imagen de un Dios bondadoso y compasivo y todo amor. Nada de separar los buenos de los malos, los puros de los pecadores, ese es un concepto humano, no divino.
Para mí, no tendría sentido que existiera un dios que cargue contra ti cuando te equivocas, sería absurdo. Si tenemos en cuenta que estamos aquí para experimentar, no podemos hacerlo sin equivocarnos. Ahí tenemos a Edison que necesitó 1000 intentos para dar con la bombilla.
Si respetas a los demás y a ti, es mucho más fácil que obtengas el respeto ajeno.
La siguiente pregunta que suele formularse es: si existe un gerente que lo coordina todo, ¿cómo es posible que permita tanto dolor y sufrimiento en el mundo? Los humanos tenemos tendencia a buscar siempre un responsable a cuanto sucede a nuestro alrededor, es una forma de tirar pelotas fuera y no auscultar nuestras responsabilidades. Si un niño tiene dolor de barriga; un bebé llora porque está muerto de sueño; una niña se cae de un columpio o tiene dolor de muelas… ¿es culpa de sus padres?
Solemos tener una visión de Dios muy limitada, algunos incluso han llegado a dibujarle con un látigo en la mano, para mostrarlo como un ser represivo, que juzga y castiga.
¿Es culpable el gerente de una empresa de las acciones de cada uno de sus empleados? Él despliega una estrategia y después cada uno de sus empleados debe ir a reportarle sobre el resultado de la misma para que pueda volver a ajustar sus objetivos para la siguiente tanda. ¿Cómo vamos a acusarlo de que uno de sus empleados tenga migraña y no haya vendido nada hoy?
Otro argumento utilizado para culpabilizar a Dios es que se supone que tiene poderes ilimitados y por lo tanto podría evitar las desgracias. Pongamos un ejemplo para rebatir esta argumentación. Imagina que tu jefe te dice un día que te quedes en casa, porque ha tenido la visión de que ninguno de los clientes que vas a visitar te va a comprar nada. O imagínate un padre que le dice a su hijo: “te prohíbo que juegues al fútbol porque sé que un día te darán una patada”, resultaría absurdo. Estaríamos sustrayendo a esa persona de sus experiencias.
La idea puede ser la misma si hablamos de Dios. Pongamos que ha elaborado unos planes generales en los que su creación, sus criaturas, deben desarrollarse y aprender, para luego reportarle experiencias. Y a su producto “estrella”, el ser humano, lo ha dotado de libre albedrío y de capacidad de rectificación. Él solo interferirá en el caso que se pretenda romper el esquema básico de equilibrio de las especies, si una de sus creaciones estuviera en serio peligro, por ejemplo. Si interviniera cada cinco minutos para evitar los entuertos que se organizan en la tierra, desaparecería el libre albedrío y, al mismo tiempo, la capacidad de aprendizaje, la experimentación.
Desidentificarse emotivamente
Para comprender bien lo que desde fuera se ve como desentenderse del problema, es necesario desidentificarse emotivamente. Lo que sucede es que el principal motor que mueve al ser humano son sus emociones, por lo que resulta bastante difícil desapegarse de ellas. Se trata, pues, de ampliar las perspectivas visuales, sensitivas y de comprensión.
La Segunda Guerra Mundial fue muy triste (como todos los conflictos), causó muchos muertos, pero un enfoque en perspectiva permite ver que se superó un escollo importante: el nazismo. Muchas personas en el mundo comprendieron que una visión totalitaria, como la representada por el partido de Hitler, puede resultar desastrosa para la sociedad en general. También entendieron que no es bueno humillar al derrotado.
Es el ser humano quien ha elegido esa vía, la del contraste, la de crear oscuridad para ser conscientes de la importancia que tiene la luz. Propiciamos la dualidad en cada uno de nuestros actos y luego nos quejamos de los resultados obtenidos…
En ocasiones podemos pensar que concederle libre albedrío al ser humano es como darle la llave de casa a un niño de cuatro años. En general, estamos poco preparados para llevar el timón de la vida, con solo mirar a nuestro alrededor podemos comprobarlo. Quizá necesitemos una mayor tutela. Pero por otro lado, es preciso preguntarse en qué momento estaremos listos, porque cuando se tiene un tutor se deja que sea él quien tome las decisiones y uno nunca se lanza a la piscina. Si para enseñar a caminar a un niño tenemos que esperar a que no se caiga, tal vez se nos pase el arroz.
Otro concepto de Dios
¿Y si ese dios, en lugar de tratarse de un ser externo, alguien que vive entre las nubes, fuera un ser interno? ¿Y si se tratara de tu jefe, de una energía que mora en algún lugar de tu ser y que dirige en la sombra tu vida? Si así fuera, quizás tu vida tendría más sentido, porque no habría una fuerza externa dirigiendo arbitrariamente una sociedad cada vez más despendulada.
Tendríamos, entonces, el concepto de que tú diriges tu propia realidad a través de ese jefe que marca las directrices, a grosso modo, aunque sin informar a tu conciencia de sus órdenes. Así, todo cuanto sucede en tu vida seguiría un plan, establecido desde el inicio de la creación, para que experimentes diferentes realidades y le reportes después los resultados.
Los amantes de la conspiración han intentado convencernos desde hace mucho, que existe un gobierno de ricos y poderosos en la sombra que gobiernan el mundo. Yo me inclino más a creer que ese gobierno está en nuestro interior.
El representante de Dios
Siguiendo la línea de como es arriba es abajo, si tenemos un jefe «arriba», también lo tendremos «abajo». Así, podríamos decir que el representante de nuestro jefe interno es, en primera instancia tu padre y después los jefes que tienes el trabajo. Por eso en la astrología, la casa 10 es la representante del jefe, la profesión, el padre, el jefe interno.
A menudo he podido comprobar, en más de 30 años de consultas, lo mismo que vio mi padre Kabaleb, que las personas que tienen malas relaciones con su padre, suelen tener enfrentamientos con el jefe y les cuesta conectar con su parte espiritual.
Ejercicios:
- Plantéate qué tienes en contra de Dios.