Las bienaventuranzas, el manual de instrucciones
El Reino del Padre fue revelado por primera vez extensamente en el llamado Sermón de la Montaña. Dice la crónica sagrada de Mateo en su capítulo 5 que, viendo la multitud, Jesús tomó a sus discípulos y subió a la montaña. En términos simbólicos, subir a la montaña significa elevarse espiritualmente, abandonar el plano de lo multitudinario, de lo cotidiano, de lo profano, para entrar en contacto con las instancias más elevadas que hay en uno mismo.
El Sermón de la Montaña iba dirigido de forma exclusiva a sus discípulos, que ahora eran ya doce. Algunos tenían ya cierta experiencia evangelizadora, otros aún no. Formaban ya un equipo unido, aunque con frecuencia chocaran entre ellos por cuestiones de carácter, de personalidad y de organización.
Jesús ordenó que los doce se arrodillasen formando un circulo en torno a él y el Maestro puso sus manos sobre la cabeza de cada apóstol, empezando por Judas Iscariote y terminando por Andrés. Jesús pronunció una breve plegaria dirigida al Padre, suplicándole que amara y acompañara a los doce, como lo había amado y acompañado a él.
Los apóstoles permanecieron en silencio durante unos minutos, profundamente emocionados. Pedro fue el primero en levantar los ojos hacia su Maestro y el primero en abrazarlo. De forma sucesiva abrazarían a Jesús uno a uno. La escena estaba rodeada de un gran silencio físico, pero quien hubiese tenido vista y oído espiritual hubiera apercibido una multitud de seres celestiales cantando y contemplando desde lo alto la escena sagrada en la cual el enviado divino traspasaba a los hombres la responsabilidad de la promulgación del Reino, los bendecía con la luz. Los doce serían el fermento del mundo de Dios en la tierra y cada uno aportaría almas al Reino, incluso Judas, el traidor, porque muchos son las personas de este mundo que necesitan pasar por la experiencia de la traición para que sus ojos sean abiertos al mundo espiritual.
Cristo estaba preparado a sus discípulos para darles el manual de instrucciones sobre el que deberían basar luego su trabajo: las bienaventuranzas.
Las Bienaventuranzas nos ponen en contacto con nuestra realidad profunda, nos enseñan el camino a seguir para ser feliz, para encontrar el equilibrio, la armonía y enfilar el camino de la realización personal.
Es preciso plantearse la realidad que estamos viviendo desde un enfoque mucho más amplio si queremos que nuestra vida cambie. Contamos con las herramientas necesarias para realizar ese movimiento hacia delante y lo único que nos retiene es nuestro miedo a enfrentarnos a la nueva realidad. Pero lo maravilloso del universo es que siempre modifica los parámetros para que obtengamos lo necesario en cada etapa de la vida.
Las nueve bienaventuranzas son en sí una herramienta maravillosa que debe llevarnos a comprender cuál es el estado de ser que busca nuestro Ego Superior, esa chispa de luz que mora en nuestro interior y que está esperando que la nutramos de las experiencias necesarias para evolucionar.
En las 9 Bienaventuranzas se enaltecen valores contrarios a los que la sociedad actual suele proclamar. A través de su estudio, descubriremos que para encontrar la excelencia, el equilibrio interior, para hacer frente a los retos del presente, debemos volver la vista hacia otros valores.
En las ceremonias de iniciación de algunas escuelas herméticas, vemos que el candidato, antes de entrar en el templo, es despojado de los metales que lleva encima. Este gesto simbólico corresponde a los preceptos instituidos por Cristo. Los valores del mundo de abajo, no tienen curso en el de arriba.
En el próximo capítulo hablaremos de la primera bienaventuranza
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