La viuda
En la crónica sagrada aparece a menudo la figura de la viuda. Ya nos referimos a su simbolismo mítico al hablar de la resurrección del hijo de la viuda de Naim. La viuda de esta parábola tiene un significado distinto. Hemos recordado en el punto anterior que la expresión de un impulso espiritual, para alcanzar la fase de su justicia, tiene que superar las etapas Yod-He-Vav. Si convertimos esas fuerzas en sus equivalentes humanos, tendremos que Yod es el hombre, He, la mujer y Vav el hijo. En su expresión psicológica, el Yod será la voluntad, el He, la imaginación gestadora, el Vav la fuerza ejecutiva, constituyente de esa justicia que ha de aparecer después.
Muchas veces, cuando la obra se encuentra en el estadio He, la Voluntad la abandona y el He, la mujer, se queda sola. Entonces se dice en la jerga cabalística que la mujer se ha quedado viuda. A menudo, a lo largo de su enseñanza, Jesús exhortaría a los hombres para que protegieran a la viuda y al huérfano, ya que si el Yod es retirado del propósito espiritual en el estadio He, deja tan solo viuda, pero si se retira en el estadio Vav, deja viuda y huérfano.
En cada una de las etapas Yod-He-Vav-He trabaja una determinada categoría de entidades espirituales que ayudan a la potencia ocupante de nuestros vacíos internos a la realización de su programa. Pero ellos solo trabajan si nosotros también lo hacemos, o sea, si nuestra voluntad está en la obra, recibiremos el apoyo de fuerzas activas en el dominio de la voluntad, y si nuestra voluntad se retira, esas fuerzas también se retirarán. Los directores de orquesta siempre somos nosotros y aunque dispongamos de muchos músicos para dar el concierto, sus violines enmudecen tan pronto como dejamos de mover la batuta.
En la etapa He se realiza un trabajo de mujer, esa clase de trabajo bien conocido por los alquimistas, que consiste en el lavado y purificación de la obra, a fin de preparar la tierra en la que pueda nacer el hijo. En esa labor de mujer el hombre queda excluido, o, más bien, su trabajo no es aparente, puesto que el Yod-hombre tiene que estar incorporado y oculto en el He.
Sin embargo, ocurre a veces que el hombre abandona esa tarea, la voluntad-Yod se va. ¿Cuáles son las razones de este abandono? Pueden ser muy variadas y en la vida social, aparente, encontraremos la explicación. ¿Por qué el marido abandona a la mujer? Porque ha dejado de ilusionarlo; por tener ella un excesivo protagonismo; porque tiene mal carácter; porque hay muchas dificultades para la vida en común; porque se ha enamorado de otra y mil razones más, si contemplamos las cosas desde la perspectiva del marido, y otras tantas si las vemos desde la de la mujer.
Si del plano concreto nos vamos al de las fuerzas que construyen nuestra vida, veremos que esas razones también son válidas. La voluntad puede abandonar una empresa iniciada porque ya no le ilusiona o porque prefiere otra, o por el mal carácter de la tal empresa o porque se ve excluido por las nuevas fuerzas actuantes.
La etapa He es la que corresponde al Mundo de Creaciones, o sea a la actuación de los sentimientos. En ese periodo, las emociones elaboran lo que la voluntad ha formado en el Mundo de Emanaciones y a veces esos sentimientos desvirtúan tanto el propósito de la voluntad, que esta ya no reconoce el proyecto inicial, piensa que aquello ya no es su obra y se retira.
Sean cuales sean las razones, lo cierto es que cada uno de nosotros, en su naturaleza interna arrastra gran cantidad de «viudas» a las que la voluntad ha abandonado y que se ven obligadas a pedir justicia; es decir, a solicitar ayuda de quien pueda sustituir a la voluntad para llevar a término la empresa humana en que están trabajando.
En las reglas establecidas por Moisés, cuando una mujer enviudaba, su cuñado, el hermano del marido, debía ocupar su puesto y desposarla. Es decir, la regla era que el hermano, el más próximo a la tendencia que dio lugar al designio, prestara su voluntad a la mujer, al He. Pero en la Biblia vemos que no siempre el hermano está dispuesto a colaborar en esa tarea, y buena ilustración de ello es Onán, que si bien aceptó desposarse con la viuda de su hermano, al cohabitar con ella arrojaba su simiente fuera, no permitiéndole pasar a la etapa Vav, la de los hijos.
La viuda representa pues un designio del Ego que ha abortado en nosotros, que ha naufragado en la etapa He de su realización, del mismo modo que el huérfano representa el mismo designio abortado en su fase Vav. Cuando uno de tales designios enviuda, el hermano del desaparecido debe desposar esa viuda que se ha quedado de pronto sin el vestido blanco de la voluntad y está cubierta con los ropajes negros de Binah. El hermano, como decíamos, es la tendencia más próxima al designio enviudado.
En el próximo capítulo hablaré de: una chispa llamada voluntad
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