La salida de la universidad
Aunque ya hemos visto que el principio de libertad prevalece siempre y que las fuerzas activas en nuestros vacíos internos no nos son impuestas, lo cierto es que estamos sujetos a unos programas, señalados por las posiciones planetarias al nacer y pactados por nuestro Ego Superior con las legiones angélicas. Unos programas que constituyen el trabajo a realizar en la presente encarnación. Si no aprobamos las asignaturas, los ángeles están facultados para entenderse con las fuerzas involutivas, a fin de que sean ellas quienes nos instruyan a su manera.
Con Cristo las cosas son distintas. Digamos que la adhesión a su mundo significa para nosotros la salida de la universidad, el fin de los estudios. A partir de ese momento las fuerzas arcangélicas estarán a nuestra disposición, no para tutelarnos, sino para responder a las peticiones que les formulemos. Bastará con que nuestro espíritu pida una información para que esta aparezca en la pantalla de nuestra imaginación, servida por la fuerza especializada en ella. Entonces aparece claro en nosotros todo lo relacionado con el mundo y con los juicios que en él tienen lugar.
El príncipe del mundo es juzgado, y ya vimos en un capítulo anterior, al hablar de la viuda que pedía justicia, lo que significa exactamente juzgar: llegar al final del proceso de realización de una determinada empresa. El mundo, lo mundano, queda juzgado y liquidado y pasamos a otra cosa.
En la Cábala antigua, se conoce con el nombre de Ain-Soph la esencia divina llamada incognoscible. Es lo que está por encima de Kether, por encima del Padre, es el misterio al que el ser humano no puede acercarse -dicen- y que solo puede ser captado por el pensamiento divino. La comprensión del Ain-Soph, dicen los textos, escapa incluso a los ángeles, tan profundo es su misterio.
Podemos decir que la fuerza crística, al penetrar en esa estancia, rasga el velo del Ain-Soph, palabra compuesta por la raíz Ayn-Samekh, en la cual ese Ayn, que significa un retorno al Fuego primordial, después de haber pasado por la rueda de las experiencias humanas, engendra en el Samekh, que representa precisamente la síntesis de todas las experiencias humanas.
De esa copulación de la nueva espiritualidad, la crística/arcangélica, con lo vivido/aprendido, nace el Hijo de Dios, no en Belén, en un mundo profano hostil, sino en nuestra naturaleza sagrada. Y él nos lleva a la comprensión del misterio del Ain-Soph y de la Creación antes de que se iniciara, cuando todo era un potencial.
Si Cristo no ha pasado aún por las tierras del Ayn, la esencia divina seguirá siendo un misterio y el ser humano en esa etapa del camino no hará más que caerse de la Torre Fulminada para volver a reconstruir su realidad material en un nuevo ciclo.
En el próximo capítulo hablaré de: hacia la verdad completa
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