La paja en el ojo ajeno
«¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no percibes la viga que está en el tuyo? Y, ¿cómo puedes decir a tu hermano: déjame que te quite la paja del ojo, tú que llevas una viga en el tuyo? Hipócritas, quítate primero la viga de tu ojo, y entonces verás cómo quitar la paja del ojo de tu hermano». (Mateo VII, 3 a 5).
Hemos visto anteriormente que el ojo era la lámpara del cuerpo y en ese punto explicábamos la relación entre el ojo y el Sol. El Sol no transmite únicamente la luz física que nos permite vivir, sino que de él también emana la voluntad de Kether‑Padre.
En nuestro universo el Sol es el Hijo, a través del cual el Padre se expresa. En nuestra organización interna, el Sol interiorizado, que tiene su sede en el corazón y derrama su luz por los ojos, es el que expresa nuestra voluntad, que es el motor de todas las cosas. Al hablar de la paja en el ojo entendamos pues que Cristo se refiere al defecto que percibimos en la voluntad ajena, o sea en el maniobrar de la persona impulsada por esa voluntad, en su comportamiento.
Anteriormente en el sermón se hablaba ya de este tema y lo hemos desarrollado: el defecto en el comportamiento del prójimo, se percibe porque en nuestro propio comportamiento hay un defecto similar. Si podemos percibir la paja en el ojo del hermano, es porque tenemos una viga en el nuestro. Si eliminamos nuestros propios defectos, entonces seremos capaces de averiguar cómo podemos ayudar a nuestro hermano a comportarse mejor.
La reforma más directa que podemos introducir en la sociedad en que nos movemos, es nuestra propia reforma. Saquémonos la viga del ojo, es decir, tengamos un comportamiento más en armonía con las leyes universales, y veremos cómo a nuestro alrededor las pajas caen de los ojos del prójimo sin necesidad de que les demos un curso sobre la manera de comportarse.
Cada mejora que introducimos en nuestro maniobrar humano repercute en el entorno en que se desarrolla nuestra vida y vuelve mejores a todo cuanto nos rodean. Lo que no podremos hacer de ningún modo es ayudar a mejorar a los demás en el plano teórico si nosotros mismos no somos la viva imagen de esa mejora.
En el próximo capítulo hablaré de: No dar lo santo a los animales
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