La luz no se agota
La luz que hemos interiorizado no se va a agotar. Al contrario, a medida que vayamos dándola, en el mundo aparecerán frutos que llevarán la semilla de la luz, es decir, que estamos plantando nuevos Alephs.
La lámina 19 del Tarot ilustra la dinámica del Qof. En ella vemos un Sol en la plenitud de su esplendor, derramando gotas que podemos decir que son de sangre. Debajo, dos niños abrazados parecen nacer en esta nueva Tierra. Son los Caín-Abel renacidos, integrados a un universo por fin unido, en el que se ha realizado el anhelo de Jesús en Getsemaní, cuando decía: “Padre, haz que ellos sean uno, como nosotros somos uno”.
En el Qof hemos alcanzado poderes creadores y nos hemos convertido en colaboradores directos de Dios. Mientras permanezcamos en ese cuarto Día estos poderes serán forzosamente relativos, limitados a nuestra condición. Pero será por el Qof, por lo que esta fuerza representa, que un día podremos crear una humanidad a nuestra imagen y semejanza.
De momento, es mucho lo que podemos ya hacer con el Qof, cuando Hochmah le ha ganado la partida a Binah en nuestro proceso evolutivo interno. Del mismo modo que quienes se encuentran en lo alto de una montaña pueden lanzar sus cuerdas a los que están en mitad de la escalada, también en las alturas del Qof podemos ayudar a los que están en la negra noche de Getsemaní.
El trabajo de esa Puerta, recordémoslo, no es el de buscar a los que son como nosotros y cuya compañía es grata. La hora de las afinidades, del sentirse a gusto, de las felicitaciones por lo bien que lo hacemos, ha pasado. En el Qof, los que estaban con nosotros en la sinagoga se han dispersado. El que decía estar presto a todos los sacrificios nos ha negado. Solo nos queda Juan, que no puede ser más que testigo mudo de nuestros padecimientos.
El trabajo en el Qof es el que tenemos que realizar en terreno enemigo, para aproximar a nosotros a quienes tan solo pueden hacerlo si los motivamos para que se burlen de lo sagrado que representamos, para que nos insulten y nos maltraten, vinculándolos así a la luz que los ha de regenerar.
Hemos de hacerlo sintiendo hacia ellos ese amor que Jesús sintió, porque esta tarea, solo por amor se emprende y si no lo hubiese en nosotros, o no lo hubiese en suficiente cantidad, la tarea se malograría y entraría en nosotros el rencor por el desprecio recibido.
Si leemos ese capítulo de la crónica sagrada distanciados de ella, como observadores de algo que le está ocurriendo a un personaje llamado Jesús, no percibiremos el amor que rezumaba del Maestro en aquella dramática hora. Pero si penetramos de lleno en el relato, si seguimos ese itinerario sagrado como si lo estuviéramos viviendo, entonces el amor que sintió Jesús hacia Herodes, hacia Pilato, hacia los soldados, hacia los príncipes de los sacerdotes y hacia el pueblo, nos penetra y sentimos en nuestro fuero interno una oleada de luz que sale de nosotros por los ojos en forma de vapor. Es lo que debió sentir el poeta español Antonio Machado cuando escribió:
Anoche mientras dormía
soñé, ¡bendita ilusión!
que un ardiente Sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar
y era Sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche mientras dormía
soñé, ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
En el próximo capítulo hablaré de: llevar la cruz
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.