La figura del diablo
En la lámina número quince del Tarot, que ilustra la dinámica Samekh, aparece la figura del diablo, encadenando con una cuerda a esa doble alma humana que se presenta ante las fuentes de su saber. Esa ilustración expresa el camino del mundo, el camino que siguen los que no son cepa verdadera y que, al llegar a ese estadio en su camino evolutivo, van a buscar la verdad, no en la luz de Cristo, sino en la luz graduada, tamizada, reducida, que ofrecen los luciferianos.
Virgo es el signo de los sabios, de los analistas, de los investigadores. A menudo las gentes de Virgo trabajan en lo pequeño, agrandándolo mediante una lupa o un microscopio, para extraer de ese micro-mundo la verdad y la ley. Esos frutos corresponden a la cepa del mundo y Lucifer se les aparece, como apareció ante el Dr. Fausto, para precipitarlos a la rueda del mundo, al torbellino de las experiencias humanas, a revivir el amor, las pasiones, a protagonizar el gran juego de los sentimientos.
Cuando Cristo se manifiesta en el Samekh, el sabio que hay en nosotros deja de contemplar lo pequeño, prescinde de sus lupas y de sus microscopios y dirige su mirada hacia lo grande. El afán de conocimientos concretos desaparece y lo reemplaza el afán de conocimientos abstractos; es decir, la ciencia ya no le viene de la observación del mundo material, sino que la verdad le es revelada por vía intuitiva.
En la hora de Samekh, si damos frutos al mundo, volveremos al mundo, a la rueda de las encarnaciones y si somos cepa verdadera, el dulce fruto producido por nuestros sarmientos nos llevará a la eternidad, es decir, al Reino de Cristo y ya nada nos obligará a volver al mundo como no sea el afán de sacrificio que emana de nuestra libre voluntad.
Así pues, en ese arcano llamado Virgo o llamado Samekh, cuando la lámina quince aparece en el gran juego de nuestra vida, se nos anuncia que estamos a un paso de la liberación o a un paso de una vuelta a empezar. Todos los nacidos bajo este signo se encuentran en esa hora final, pero como todos tenemos el signo de Virgo en algún lugar de nuestro horóscopo de nacimiento, podemos averiguar de qué forma han de ser abordados los trabajos de liberación. El canal o casa terrestre situada en Virgo nos dirá por qué caminos han de transcurrir sus energías.
En el Árbol Cabalístico, vemos que Virgo, regido por Mercurio, se sitúa en el más bajo nivel de la columna de la izquierda, en Hod. Ello significa que la dinámica natural del signo lleva sus adeptos a buscar la verdad por vía de las experiencias y no por la iluminación. Por consiguiente, la penetración crística en ese centro representará un auténtico golpe de estado. Sin embargo, en ese Séfira llamado Hod hay una puerta permanentemente abierta al impulso crístico, puesto que, siendo el segundo Séfira del Mundo de Formación, Hochmah, segundo de la tríada divina, tiene mando en él, de modo que cuando en la persona aparece el propósito de ser cepa verdadera, Cristo lo acoge como uno de sus sarmientos.
Entre los que son cepa verdadera, cabe distinguir igualmente dos categorías: los que dan fruto y los que no lo dan. A cada paso que damos hacia la liberación final, se abren ante nosotros dos caminos, uno que va hacia adelante y otro que conduce al estadio anterior. Podríamos mencionar un tercer camino, el del estancamiento, pero dado que el mundo es una constante marcha hacia adelante, quedarse estancado significa inevitablemente retroceder, de modo que los caminos son dos, representados por esas dos figuras que aparecen en la lámina del Diablo y que ya figuraban en la lámina seis, representando la fuerza Vav, regida, como la quince, por Tiphereth.
El alma que ha llegado a los últimos tramos de la montaña, se ve a menudo impulsada a detenerse, precisamente porque ha llegado muy alto y esas cimas humanas no suelen ser muy transitadas. Entonces esa alma, pensando que si avanza su soledad será aún mayor, se dice: voy a sentarme al pie del camino y esperaré a que pasen por aquí otros peregrinos entonces me uniré a ellos.
En el Samekh es muy fuerte la presión de la soledad, cuando precisamente Mercurio estimula el afán de comunicación. Pero Jesús dice aquí que esa parada en el camino puede ser muy peligrosa, porque el Padre-viñador puede ir de inspección por su viña y al ver que hay un sarmiento que no da fruto, lo puede cortar. El fruto es la última consecuencia de una planta, su estadio terminal. Detenerse equivale a interrumpir el proceso que nos movía hacia la meta y, por consiguiente, equivale a no alcanzar el estadio de los frutos.
Esa sentada en el camino nos lleva de nuevo a la historia de Fausto, abandonando sus trabajos para caer en los brazos de Margarita y revivir la etapa del amor humano, por el que tanta nostalgia sentía en la frialdad de su laboratorio.
En el próximo capítulo hablaré de: permanecer en mí
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