La destrucción del templo
Iniciamos este capítulo con el interrogante abierto en el anterior: ¿Cuándo sucederá la destrucción del Templo y cuál es la señal de que está a punto de suceder?
“Sentados en el Monte de los Olivos, enfrente del Templo, Pedro, Santiago, Juan y Andrés se lo preguntaron. Jesús comenzó a decirles: Mirad, que nadie os induzca en error. Muchos vendrán en mi nombre, diciendo: yo soy el mesías, y extraviarán a muchos. Cuando oyereis hablar de guerras y rumores de guerras, no os turbéis; es preciso que esto suceda; pero eso no es aún el fin. Porque se levantarán pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá terremotos en diversos lugares; habrá hambre; ese es el comienzo de los dolores”. (Lucas XXI, 7-11. Marcos XIII, 3-8. Mateo XXIV, 4-7).
Muchos dirán: «Soy el Mesías«, dice Jesús en este punto de la enseñanza y, en efecto, a lo largo de los dos mil años últimos muchos han pretendido ser el mismo Cristo que retorna, y más que nunca en esos últimos tiempos. Vemos así que hombres que en su vida civil habían trabajado como carteros, por citar el ejemplo del «Cristo de Monfavet» que surgió en Francia hace unas décadas, dejan de pronto su oficio y se ponen a vivir como ellos suponen que Cristo lo hizo.
Otros, sin auto concederse ese título, se visten con túnicas, se dejan el pelo y la barba como suponen que Jesús los llevaba y se lanzan al ruedo de la vida predicando lo que han podido aprender.
Para comprender esa proliferación de contrafiguras de Cristo es preciso que volvamos a lo que se explica en el curso “Los Misterios de la Obra Divina” acerca de la formación de Artificiales en el Mundo del Deseo. El fervor popular, la imaginación del pueblo, crea en el Mundo de Deseos formas que corresponden a sus creencias. Así las vírgenes se multiplican, de acuerdo con el poder creativo de sus fieles, y se forman igualmente diversas imágenes de Cristo. Diversas porque no todos los hombres de la Tierra lo ven de la misma manera. Hay muchos matices en esa visión y a cada una de ellas le corresponde una imagen que va tomando fuerza según el número de fieles que lo crean.
Esos Artificiales no pueden «hincharse» indefinidamente, ya que, como el resto de las cosas, están sometidos a la ley del Yod-He-Vav-He y, después de nacer y de acumular poder, tienen que derramarlo. Y cuando esto sucede, resulta que ciertas personas son más idóneas que otras para recibir la fuerza del Artificial, que penetra en su cuerpo de deseos y deslumbra, por así decirlo, su personalidad humana, suplantándola.
La persona que protagoniza esta vivencia, deja de sentirse ella misma, para asumir la nueva personalidad radiante. No le faltarán discípulos, porque se manifestará ante aquellos que precisamente con su fervor, ayudaron a establecer la imagen del Artificial, los cuales encontrarán en la persona ungida por tal imagen exactamente aquello que su fervor les ha hecho concebir.
Está claro que estos Cristos-Artificiales han de inducir en error a sus seguidores. En primer lugar, porque no son más que el reflejo de su fervor, una imagen virtual creada por ellos y, por lo tanto, no pueden aportar más enseñanza que aquella que los propios fieles han puesto en la imagen creada, de modo que la espiritualidad transita por un círculo vicioso.
En segundo lugar, la personalidad humana no se desvanece, sino que está en tales personas como agazapada. Es posible que el Artificial sublime no actúe en ellas las veinticuatro horas del día y que, por momentos, sientan apetitos humanos. Entonces hacen una componenda entre el comportamiento sublime al que el Artificial les induce y el deseo humano, dando lugar a doctrinas aberrantes, al estilo de la secta “Los niños de Dios” y semejantes. Sus seguidores marcharán así hacia el mundo de perdición, llevados por su “espiritualidad”.
En el mejor de los casos, esos Cristos-Artificiales llevan a sus adeptos a un callejón sin salida, estimulando su vanidad al hacerles creer que ellos son los elegidos para ser llevados a bordo de un platillo volante que les salvará del gran cataclismo o bien que están viviendo la última hora de la materialidad, haciéndoles vislumbrar la proximidad de un reino que, para ellos, queda aún muy lejos.
Pero la imaginación popular va mucho más lejos y no se limita crear una imagen venerable, sino que crea una historia, una auténtica novela protagonizada por Cristo, en la que suceden las más fantásticas secuencias desde su infancia hasta su muerte. En el Mundo del Deseo también hay novelistas, de los cuales los nuestros no son más que una pálida imagen. Esos novelistas montan, articulan esas fantasías creadas por la imaginación, les ponen los eslabones que faltan y luego las «venden» a ciertos mediums que les dan cuerpo literario en la Tierra.
Así se explica el origen de tantas biografías de Cristo, «dictadas por él mismo«, como existen en nuestras librerías. En todas ellas Jesús aparece como un hombre muy bueno, que entrega a los pobres riquezas que se saca de la manga, les restablece la salud y los resucita, si han muerto. También esas biografías inducen en error, por cuanto reducen la figura de Cristo, limitan su dimensión espiritual y convierten su vida en una estampa llena de tópicos, la mayor parte del tiempo sugiriendo o diciendo explícitamente que Jesús «sacó» sus conocimientos de la India, e induciendo así a los lectores a procurarse los libros en que supuestamente Cristo bebió sus enseñanzas.
No hay mala fe, generalmente, en esos «Cristos» y su obra, en sí misma, pudiera ser positiva y aleccionadora si no existiese el malentendido primordial de creer ellos mismos e inducir a los demás a que lo crean, que Cristo ha vuelto a la Tierra y que el final de los tiempos anunciado está al caer.
Sin embargo, como dijo Jesús, esa proliferación de Mesías es el anuncio del comienzo de los dolores del parto, ya que ello significa que el fervor popular es tan elevado, que hace que estallen esos globos llamados Artificiales sublimes, espitirualizando la tierra humana. Cuando las Vírgenes se aparecen en las aldeas, cuando los Cristos-Artificiales empiezan a dictar biografías y a «encarnarse» en carteros, es señal de que el dolor del parto ha empezado ya.
En el próximo capítulo hablaré de: otro síntoma
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