La clave está en compartir
«Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en una montaña no puede ser ocultada, y no se enciende una lámpara para ocultarla bajo un caldero, sino que se la pone en el candelero para alumbrar a todos los que se encuentran en la casa. Que vuestra luz brille así ante los hombres, a fin de que vean vuestras buenas obras y que glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. » (dice el capítulo 5 de Mateo 5, 14 a 16).
Cristo exhortaba así a sus discípulos a ser luces en el camino, es decir, a manifestar su saber, no a ocultarlo en ellos mismos para que no fuera de utilidad alguna. Les dice que son la luz del mundo. Significa que los discípulos, nuestros discípulos internos, es decir, esas tendencias, esa parte de nosotros que está dispuesta a difundir la enseñanza que vamos obteniendo día a día en el camino de nuestro crecimiento personal, son la luz que debe iluminarnos.
Compara esa luz con la lámpara colocada en el candelero y a la ciudad en la montaña. La montaña es el símbolo de la elevación espiritual. Hemos visto que cuando Jesús se elevaba a las más altas cimas espirituales para enseñar a sus discípulos, decía la crónica que subía a la montaña.
En esa montaña de la espiritualidad, todo está por hacer y quien se eleva se encuentra al descubierto, en una tierra inhóspita en la que no puede permanecer mucho tiempo a la intemperie. Al decir a sus discípulos que debían ser como una ciudad situada en la montaña, los invitaba a organizar el mundo espiritual, a hacerlocoherente para los que se elevan hacia él, y hacerlo acogedor, de manera que puedan permanecer allí y no se vean obligados a descender.
Todos los discípulos de Cristo debemos ser como ciudades en la montaña y, para empezar será preciso que edifiquemos esa ciudad, que construyamos en primer lugar el camino que conduce a ella, para que sea fácil el acceso, y luego que aseguremos los servicios para que allí nada falte y para que la vida sea agradable, fácil y cómoda.
Una manera de empezar a edificar esa ciudad es a través de la meditación, imaginando un lugar, una ciudad en la que todo el mundo viva en paz, en armonía; una ciudad llena de luz y de color, de música y de buen humor; una ciudad en la que Jesús baje cada día a dar su charla…
El Reino del Padre que Cristo vino a proclamar no es esa tierra de privaciones y mortificación que tan complacientemente anunciaba la religión de raza, sino un lugar donde reina la alegría, la paz y el amor. El acceso a este Reino puede ser penoso, pero una vez llegado a él, aparece el paraíso y esa ciudad paradisíaca, situada en lo alto de la montaña, es la que estamos llamados a edificar.
La lámpara en el candelero, la otra comparación de Cristo, se encuentra en su lugar, alumbrando a todos los habitantes de la casa por igual. Ello significa que esta luz-conocimiento debe ser repartida de forma uniforme, de manera que no deslumbre a los unos y deje en la penumbra a los otros.
Dicho de otra forma, el que transmite no debe suscitar en sus enseñados un interés personal. Debe mantenerse a igual distancia de todos, en el lugar que le corresponde, difundiendo su luz para cubrir las necesidades de cada uno.
Finalmente, dice Jesús: que vuestra luz brille así entre los hombres. La luz puede traducirse por conocimiento, así Jesús anima a sus discípulos a que transmitan sus conocimientos, los empuja a compartir.
En los tiempos de Jesús no existía, claro está, la electricidad, pero al elegir para su ejemplo la lámpara y no el candelabro de siete brazos, quiso decir que esa luz que los discípulos debían difundir no debía ser en ningún caso cegadora, lo cual hubiese tenido como efecto sumergir a sus seguidores en una nueva oscuridad turbadora de la conciencia, sino una luz gradual para alumbrar la «estancia» en la que los estudiantes se encuentran.
Significa que cuando compartimos conocimientos con alguien, debemos hacerlo de forma que el otro pueda entendernos, utilizando ejemplos que le sean comunes y no como hacen algunos “eruditos”, que con un discurso cósmico, intentan mostrar a su auditorio lo excelso de sus conocimientos. Estos forman parte de la antigua escuela.
En el próximo capítulo hablaremos de: interiorizar la ley
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