La búsqueda de la oveja
Esa búsqueda de la oveja extraviada se efectúa todas las mañanas, a partir de la salida del sol.
En las dos primeras horas de luz solar, el Padre envía a sus ángeles Serafines para que busquen a los ciudadanos del Reino extraviados y los conduzcan a la Ciudad Sagrada. El trabajo de los Serafines no consiste, como comprenderá el lector, en cargarlos sobre sus hombros y llevarlos volando a un lugar al que no desean ir. El arma de los Serafines es la Voluntad y lo que ofrecen al extraviado es una voluntad de retorno, que ha de permitirle poner proa hacia el Reino que abandonara un día y del que se le había olvidado el camino de regreso.
La Voluntad fue la primera fuerza desplegada por la Divinidad al crear el mundo y, por consiguiente, es la primera fuerza que entra en acción al principio de todo cuanto hacemos en el mundo. Al iniciar un día, la Voluntad divina despliega sus alas, materializada en esa categoría de ángeles que conocemos con el nombre de Serafines y ellos son los que aprovisionan los depósitos que han quedado vacíos en los seres humanos.
La acción de los Serafines es particularmente intensa para aquellos que se han elevado ya y han oído la llamada de la espiritualidad, pero que han vuelto al mundo profano para apurar en él las últimas “dichas”.
En las dos primeras horas del amanecer, esos ángeles Serafines establecen, alrededor de esas personas, un casco mágico para que la oveja extraviada pueda impregnarse de esa voluntad de retorno.
Por ello es tan importante para el aspirante a la vida espiritual estar despierto y en situación activa a la salida del sol. Entendemos por situación activa, no que se entregue a los trabajos profanos, sino que su mente se abra a la penetración trascendente.
Esa penetración se efectuará dejando la mente en blanco, con el cuerpo relajado, en actitud receptiva. Tras permanecer un tiempo en tal actitud sentado en una silla o sentado en el suelo sobre una manta, el tronco en posición vertical y no acostado, el aspirante imaginará que su mente es el receptáculo de una fuente y que sobre ella caen las esencias divinas, llenándolo totalmente. O puede imaginar que su cuerpo es un campo en el que los Serafines plantan las semillas del Reino.
Luego, en una tercera fase, proyectará su pensamiento hacia algo que no comprende y que desea saber. Después de haber formulado la pregunta en términos concretos, volverá a una actitud mental pasiva, esperando la respuesta.
Esa respuesta, puede que aparezca claramente en el curso de la meditación, pero, por lo general, vendrá en el espacio de los tres días siguientes.
Si esos ejercicios se realizan a diario, la voluntad de permanencia en el Reino se fortalecerá, y a lo largo de la jornada la persona ya no se sentirá llamada a realizar actos en contra de su propia conciencia.
Es importante señalar que ese ejercicio de dejar la mente en blanco y abandonarse a la espiritualidad activa en el ambiente, es beneficioso en las dos primeras horas de luz solar, pero no a partir del mediodía y, sobre todo, no debería realizarse después de la puesta del sol, ya que entonces son los espíritus tenebrosos los que imperan y si dejamos nuestra casa-cuerpo abandonada, pueden penetrar en ella los «ladrones» que pueden robar nuestras facultades psíquicas y las irán utilizando progresivamente para vivir ellos y no nosotros.
En el próximo capítulo hablaré de: la 2ª y 3ª búsqueda
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