La 2ª y 3ª búsqueda
En las dos horas siguientes, siempre a partir de la hora de salida del sol, los Serafines se retiran y dejan el espacio libre a los ángeles Querubines, los cuales aparecen con la misión de bajar más a fondo en el abismo, con el mismo objetivo de volver las ovejas extraviadas a las filas del Pueblo de Dios.
Los ángeles Serafines actúan en las primeras rampas de la montaña, es decir, las que están más arriba. Los ángeles Querubines actúan en la zona media, para prestar servicio a los que han bajado algo más en el pozo y requieren un mayor apoyo que el representado por una infusión de Voluntad.
El arma de los Querubines es el Amor, y ese Amor les da el poder de generar circunstancias que han de permitir a los extraviados reconocer el camino. Esas circunstancias no tienen necesariamente que aparecer en la vida física de la persona en el espacio de esas dos horas de mandato querubinístico; ya que en ese periodo son generadas y su gestación puede ser más o menos larga, según las exigencias de la organización material y según la clase de entidades espirituales que deban participar en su elaboración.
Podríamos decir que los ángeles Querubines escriben el guión de la circunstancia que ha de permitir al extraviado reconocer el camino de retorno, y los operarios divinos adecuados lo convierten en acontecimientos concretos. Cada circunstancia estará adaptada a la personalidad del extraviado que el Padre ha mandado buscar, de forma que, cuando aparezca en su vida, el interesado sea capaz de comprender que aquello es una llamada de retorno a ese Reino en el que un día pusiera un pie.
Viendo en su circunstancia la Obra de Dios, la persona objeto de ese servicio desandará lo andado en dirección al abismo y se pondrá en las rampas de la montaña donde los ángeles Serafines actúan.
Las dos horas intermedias entre el amanecer y el mediodía son esencialmente las horas del Amor y nuestro trabajo humano debe consistir en vivir plenamente ese Amor que crea las circunstancias salvadoras.
En las dos horas siguientes, las que terminan con el mediodía, el Padre envía a sus ángeles Tronos, los cuales descenderán hasta el fondo del abismo para recuperar las ovejas perdidas que han bajado hasta las sombras del valle. Para estos, de nada serviría la Voluntad, porque no se encuentran en condiciones de aprehenderla, y en su vida tampoco cabe la circunstancia salvadora. Es preciso hacer por ellos algo más, movilizar más amplios recursos cósmicos.
Los ángeles Tronos, aquellos de entre sus coros que trabajan en los senderos de retorno, poseen un arma que se llama inteligencia activa, cuyo resultado es el Conocimiento. Es un arma compuesta por una parte de Voluntad, otra de Amor y una tercera que se conoce con el nombre de Sacrificio. Esos tres ingredientes dan a los tronos el poder de tratar los casos más difíciles, siempre que sus clientes sean seres humanos que hayan vuelto al abismo llamados por ciertas tendencias activas en ellos y que no habían conseguido superar.
Los ángeles Tronos disponen igualmente de coros especializados en el tratamiento de aquellos que no han subido nunca a la Montaña del Conocimiento, y que necesitan otro tipo de lenguaje para despertar en ellos la inquietud por lo espiritual, a fin de que puedan un día descubrir el Reino.
A veces en este espacio se encuentran algunos “gurús” espirituales, personas famosas, que antes de transmitir su mensaje han pasado por una serie de vicisitudes más o menos tremebundas y estas les han situado en el camino del crecimiento personal. Tenemos, por ejemplo, el caso de Louise Hay, que tuvo una infancia muy complicada, hasta encontrar el camino que le llevó a ayudar a los demás.
Los Tronos infunden pues conocimiento a los extraviados del abismo. Y será a través de la comprensión de las leyes cósmicas como descubrirán la mecánica del comportamiento que ha de llevarlos de nuevo al Pueblo del Padre. Es decir, su conocimiento los llevará al descubrimiento de la moral (entendiendo por ella las reglas que rigen en el universo).
Hablamos aquí de dos horas de actividad para cada grupo angélico, pero ese tiempo es más largo o más corto según la época del año. Para saber exactamente la duración del periodo, es preciso dividir las horas que van desde la salida del sol hasta el mediodía solar por tres. El resultado será el tiempo exacto de actividad de cada grupo.
Esas dos últimas horas que desembocan en el mediodía deberían ser para todos tiempo de estudiar y comprender. La mañana debería dedicarse a los trabajos de la personalidad sagrada, y la tarde a los profanos. Así el mundo encontraría su equilibrio.
En el próximo capítulo hablaré de: ser fraternal
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