Judas se arrepintió
Mateo nos dice, en este punto de la enseñanza, que Judas se arrepintió, devolvió las monedas y se ahorcó. Los príncipes de los sacerdotes no quisieron reintegrarlas al tesoro, porque eran precio de sangre y compraron con ellas un campo para dar sepultura a los peregrinos ¿qué debemos entender con ello?
Judas-Yesod-Luna siempre se ahorca después de haber realizado su función de derramar la sangre de Tiphereth-Sol sobre la Tierra. En términos astronómicos, decimos que la Luna mengua hasta desaparecer. Luego, una nueva Luna nacerá para cumplir el mismo cometido. Si convertimos a la Luna en personaje y dramatizamos su función cósmica, podemos decir que se suicida, como se suicidaba Sansón-Sol, derribando el templo de los fariseos.
Todos los meses, los treinta representantes de lo establecido -diez por Binah, diez por Gueburah, diez por Hod- le pagan a Judas-Luna una moneda cada uno para que traicione la luz, sin la cual no podrían existir. Por ese precio, Judas se compromete a dar su beso. Esas treinta monedas son las riquezas experimentales conseguidas con esa luz que Judas pone a su disposición todos los meses y que vamos depositando en Yesod.
Ya vimos al estudiar ese Séfira que no solo es el centro desde el cual se transmiten los impulsos cósmicos a nuestra naturaleza física, sino que en él se registran también todas nuestras experiencias para ser integradas al alma.
Así pues, Judas-Yesod recibe las treinta monedas procedentes de los Sefirot de la Izquierda, que representan lo instituido, lo que se manifiesta en nuestra vida como hechos, acontecimientos.
Por su oficio, la luz es derramada a la tierra y luego devuelve las monedas, o sea, después de que se hayan registrado las experiencias conseguidas con la luz de Tiphereth, ese tesoro es devuelto a su procedencia, para aumentar el valor de lo ya existente. Pero el reintegro no va al tesoro, se nos dice aquí, sino que se destina a dar sepultura a los peregrinos. Los peregrinos son esas tendencias erráticas que nos asaltan, que no corresponden a ningún trazo firme de nuestra alma, sino que nos transitan al azar, cuando nos salimos de nuestro mundo habitual.
Las ocurrencias peregrinas que nos asaltan a veces, deben ser enterradas para que el peregrino no tome asiento en nosotros, y en ello debemos emplear el tesoro que nos restituye el alma. Judas no se queda nada. Yesod es un centro de tránsito para lo que viene de arriba hacia abajo y para lo que sube de abajo hacia arriba.
En la Pascua judía era costumbre que el ocupante romano dejara libre a un prisionero, en recuerdo de la libertad que obtuviera el pueblo judío cuando Moisés lo liberó de la esclavitud de Egipto.
Cuando el Sol transita por el signo de Aries, la luz que penetra en nuestra vida nos libera siempre de alguna culpa. La gracia divina nos concede el perdón y nosotros mismos tenemos el privilegio de decidir cuál de nuestros errores va a sernos perdonado por nuestra divinidad interior.
Entre Jesús y Barrabás, la muchedumbre pide la liberación de este último. Si interpretamos esta secuencia en su sentido anímico, diremos que la penetración de Jesús en lo establecido, con el fin de disolver todo el karma acumulado a lo largo de las vidas, produce la liberación del bandido que hay en nosotros. Nos liberamos, sale de nuestra cárcel psíquica la tendencia que mata, la que destruye.
Esa muchedumbre interna, ávida de sangre del justo, reclamando a gritos su muerte, está pidiendo en realidad el acceso al Reino. Nuestro Barrabás interno es liberado cuando Cristo se dispone a morir en nosotros. La sangre del justo arroja de nosotros al culpable, lo expulsa de nuestra naturaleza emotiva, tal es el sentido esotérico de esta elección.
En el próximo capítulo analizaremos bajo otro prisma la secuencia de la libertad de Barrabás.
En el próximo capítulo hablaré de: Jesús es azotado
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.