Jesús es azotado
“Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados, trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, lo vistieron con un manto de púrpura y, acercándosele, se burlaban de él diciendo: ¡Salve, rey de los judíos! y le daban bofetadas. Otra vez salió fuera Pilato y les dijo: Aquí os lo traigo, para que veáis que no hallo en él delito alguno. Salió pues Jesús fuera, con la corona de espinas y el manto de púrpura, y Pilato les dijo: Ahí tenéis al hombre. Cuando lo vieron los príncipes de los sacerdotes y sus servidores, gritaron diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! Viendo Pilato que el tumulto crecía cada vez más, tomó agua y se lavó las manos delante de la muchedumbre, diciendo: Yo soy inocente de esta sangre; vosotros veáis. Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, se lo entregó para que lo crucificaran”. (Mateo XXVII, 21-31; Marcos XV, 12-15; Lucas XXIII, 13-25; Juan XIX, 1-6).
Aparece en este punto de la enseñanza el tema de la burla, que ya hemos comentado anteriormente. Jesús es burlado y escarnecido por los representantes del poder y por los soldados. Dijimos que la burla aparece cuando nos encontramos ante algo que no comprendemos, de modo que puede decirse que la burla es una de las puertas bajas del conocimiento. Es una de las puertas de penetración, porque la burla es vinculante, como lo es cualquier sentimiento, cualquier gesto que emitimos relacionado con algo o con alguien.
Existen diversos grados de burla, que van desde la sonrisa burlona a la burla sangrienta, que podríamos llamar la burla del soldado.
Recuerdo ahora una escena que se desarrolló en un café de París, donde dos chinos, en animada conversación y en su lengua, que tan pintoresca resulta para nosotros, occidentales, eran escuchados por un joven que se reía de ellos. Otro chino, sentado en la mesa del joven dijo: “están hablando del I Ching, del Libro de las Mutaciones y los Cambios, un monumento literario en el que se concentra toda la sabiduría oriental”. Trataban de algo muy profundo, pero como aquel joven no lo podía comprender, se burlaba. Podría haber permanecido indiferente, pero en aquel instante, en la profundidad de su ser algo le estaba diciendo que debía entrar en la temática que desarrollaban los dos chinos y, no pudiéndolo hacer de otro modo, entraba por la única puerta que le estaba abierta: la de la burla. Esa atención prestada a lo incomprensible, le valdría, en una ulterior etapa, el que su Ego Superior lo pusiera a trabajar en el estudio del Libro de las Mutaciones.
A veces la burla se expresa mediante incontenibles carcajadas, ante un chiste o una broma, o ante una situación humana que se nos aparece por el lado jocoso porque no somos nosotros los que la estamos viviendo y ante la incapacidad de experimentar el patetismo ajeno, lo único que podemos hacer para solidarizarnos inconscientemente con él, es reírnos.
Algunos esoteristas han hecho notar que Jesús no se rió nunca, porque la risa revela a menudo una incomprensión; revela que algo se está comprendiendo al revés, por la puerta baja, y que se deberá efectuar un largo recorrido antes de llegar a la comprensión correcta del asunto en cuestión.
Es clásica la estampa del enamorado que revela sus sentimientos a la persona amada y esta se ríe, se burla, porque no los comparte y, por consiguiente, no comprende, no entiende aquello que el otro trata de explicarle, y su peripecia humana se le manifiesta por la vertiente jocosa.
En el próximo capítulo hablaré de: la burla de soldado
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