Hijos de Abraham
“Más adelante, insistiendo los judíos en que eran hijos de Abraham y que tenían por padre a Dios, Jesús les respondió: si fuerais hijos de Abraham, haríais las obras que él hizo. Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque él es mentiroso y el padre de la mentira«. (Juan VIII, 37-44).
Ya hemos visto al estudiar los resortes que mueven al ser humano, que en su interior hay vacíos en los que se alojan unas fuerzas suministradas por unas determinadas categorías de seres espirituales. Mientras utilicemos bajos deseos para la edificación de nuestra vida, esas fuerzas internas nos serán suministradas por los Luciferianos, que son expertos en materiales procedentes de las bajas regiones del mundo de deseos, de las que procede todo lo destinado a ser destruido, a ser eliminado. Esas fuerzas son las que generan nuestras acciones, de modo que cuando Jesús les decía a sus interlocutores que tenían por padre al diablo, no hablaba en términos metafóricos, sino que les anunciaba algo muy real, ya que las fuerzas suministradas por los diabólicos eran las que inspiraban sus acciones, o sea que exteriorizaban los deseos del Diablo, llevaban a cabo los deseos de ese padre que llevaban dentro.
Por ello querían matarlo, porque la verdad que Jesús representaba era una amenaza de destrucción para su mundo. La verdad destruye la mentira y vemos materializado este hecho todos los días por la dinámica de Urano, el planeta que representa Hochmah y que desintegra el mal con sus rayos.
19.- Dice Jesús a los judíos que no son hijos de Abraham como ellos se proclaman, porque si fueran hijos de Abraham harían las obras que él hizo. Solo hay una manera de ser hijo de Abraham: serlo espiritualmente, no por descendencia física.
Ya hemos hablado muchas veces del tema de las razas para insistir de nuevo sobre este punto. Pero detengámonos un momento para considerar el problema de Abraham. Si ahora mismo a uno de nosotros se le apareciese un ángel del Señor y le ordenara que diese muerte a uno de sus hijos, ¿lo íbamos a obedecer? Seguro que no, estando en nuestro sano juicio, porque nos diríamos que Dios no puede pedirnos semejante cosa, ni siquiera como un juego, como una prueba. Dios juzga a las personas sobre el conjunto de sus vidas y no basándose en un acto aislado. Así pues, cuando en la Biblia se nos dice que Jehovah ordenó a Abraham, para probarlo, que sacrificara a su hijo Isaac, nos está describiendo un suceso anímico y no histórico.
El único hijo amado de Abraham no es de carne y hueso, sino que es su obra, su mundo, aquello que ha creado con su luz, con su sangre, con sus fuerzas, todo aquello en lo cual ha creído y ha constituido su verdad, su orgullo, su placer. Este era el hijo que Abraham debía sacrificar y este era el sacrificio que preconizaba Cristo. Abraham es el precursor de Cristo en nuestro mundo interno, aquél con el cual la divinidad establece su alianza porque es de fiar.
En el próximo capítulo hablaré de: después del diluvio
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