Estrecha es la puerta de la evolución
«Entrad por la puerta estrecha, ya que ancha es la puerta y espaciosos los caminos que llevan a la perdición, y muchos son los que entran por ellos. Pero estrecha es la puerta y apretados los caminos que conducen a la vida y pocos son quienes los encuentran«. (Mateo VII, 13-14).
Sería preciso todo un tratado para comentar ese punto del discurso de Cristo, hablar por ejemplo del objetivo de la Creación y de los procesos naturales que nos han conducido a Malkuth, el mundo material en el que nos encontramos.
Cuando se inició la gran aventura de la vida el objetivo de la divinidad era el de formar nuevos dioses para acrecentar el número de inteligencias creadoras en el universo. Para ello cortó en pedazos su propia esencia, por así decirlo, dando lugar a la formación de entidades micro‑lumínicas a las que dio el nombre de Egos Superiores.
Esos Egos Superiores serían lanzados al espacio en que se desarrollaba la Creación para que recogieran experiencias jamás realizadas antes y se formaran así una conciencia de sí mismos. Esos egos tuvieron un vehículo de cuerpo mineral en el primer Día de la Creación, uno de cuerpo vegetal en el segundo Día, uno de cuerpo animal en el tercero y conquistaron la autoconciencia en el cuarto Día, convirtiéndose en humanos y trabajando con 3 vehículos a la vez: el cuerpo físico, el emotivo y el mental. Ahora nos encontramos en ese cuarto Día y cuando lleguemos al séptimo habremos alcanzado la categoría de dioses creadores y el plan de la Creación se habrá cumplido.
En esos cuatro Días, los egos superiores han tenido que llevar sus cuerpos a mundos cada vez más densos y alejados del mundo de Dios, el cual fue nuestro punto de partida, y en ese descenso hemos perdido el contacto con la divinidad. Nos encontramos pues en el mundo de perdición y todos los caminos nos llevan a él, porque son los caminos naturales de la etapa que estamos viviendo: la etapa involutiva.
Cuando bajamos una pendiente, tanto si vamos a pie como si vamos en coche, movilizamos fuerzas que son las contrarias a las que empleamos cuando la subimos. Para bajar utilizamos el freno; para subir nos vemos obligados a forzar el motor y quemar gasolina, combustible que ahorramos en la bajada.
Actualmente, en el punto evolutivo en que nos encontramos, todo está organizado para el descenso y nada lo está para reinvertir ese orden y emprender el retorno al mundo divino del que procedemos.
Por ello decía Cristo que anchos son los caminos que conducen a la perdición y esas vías están tan transitadas, que es muy difícil utilizarlas en sentido contrario. La vía de retorno – o etapa evolutiva– está por hacer o, mejor dicho, la están haciendo los pioneros que poco a poco van abandonando el mundo de perdición. Pero como su número aún es escaso, el camino que van abriendo queda rápidamente cubierto por la maleza y el nuevo peregrino debe reabrirlo una y otra vez, usando la espada del discernimiento, como ese príncipe para llegar al lecho de la bella durmiente.
En el próximo capítulo hablaré de: irse antes que el espectáculo termine
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