El trabajo de todos los días
El ciclo de un día es igual a un año. El ciclo de un año es igual a una vida. El ciclo de una vida es igual a todas las existencias que tendremos que vivir para alcanzar la liberación. Queremos decir con esto que el trabajo correspondiente al ciclo Yod-He-Vav-He es preciso llevarlo a cabo todos los días, todos los años, todas las vidas sin interrupción. A esas cuatro fases del trabajo debemos añadirle una quinta, que consiste en cargar la cruz y llevarla al monte del sacrificio.
En el ciclo anual, comenzando a contar desde el día del cumpleaños, esos cinco períodos constan de setenta y dos grados (días) de duración cada uno. En el ciclo diario, cada período tiene una duración de cuatro horas cuarenta y ocho minutos, que es el tiempo que tardan los genios, a razón de cuatro minutos cada uno, en realizar una primera rotación.
Al hablar del ciclo zodiacal en relación con el ciclo diario y anual ya vimos que los signos de Fuego rigen del amanecer al mediodía y la primavera. Los signos de Agua rigen del mediodía a la puesta de Sol y el verano. Los de Aire rigen de la puesta del Sol a medianoche y el otoño. Y los signos de Tierra rigen de medianoche al amanecer y el invierno.
El ciclo zodiacal tiene cuatro estaciones, cada una dividida en tres partes. Pero el Dios de nuestro sistema solar organizó su creación de otra forma y a esas cuatro fases le añadió una quinta, acortando la duración de cada una de ellas, y así, en el ciclo diario, las primeras cuatro horas cuarenta y ocho minutos corresponden a los trabajos del Fuego, en los que hay que plantar un propósito y mover la voluntad. Las segundas cuatro horas cuarenta y ocho minutos corresponde a los trabajos del Agua, y en ellas debemos impregnar nuestra sensibilidad y nuestros sentimientos del propósito de la voluntad. En la tercera franja de cuatro horas cuarenta y ocho minutos debemos poner nuestra razón para organizar el propósito. En las cuartas habría que trabajar para buscar la mejor manera de implantar el propósito en el mundo físico. Y en la última franja, la quinta nos toca sacrificar lo aprendido, derramar la esencia, la sangre de ese Yod-He-Vav-He de la jornada en nuestra naturaleza interna para redimir y llevar a la sabiduría nuestro pueblo de células internas. En esto consiste el trabajo nocturno, de rememoración y asimilación de la experiencia diaria, la retrospección.
En el ciclo anual, dedicaremos los primeros setenta y dos grados-días, siempre a partir de nuestro cumpleaños, al despliegue de la voluntad. La segunda franja de setenta y dos grados-días a interiorizar el propósito de la voluntad en los sentimientos. La tercera franja a movilizar la razón en favor del propósito. La cuarta a implantar ese propósito en el mundo en que vivimos. Y en la quinta franja, cargaremos sobre las espaldas esta cruz y sacrificaremos en ella las experiencias obtenidas para que los demás puedan beneficiarse de todas nuestras vivencias. En el ciclo de una vida repartiremos esos trabajos en cinco períodos de diecisiete años.
En el próximo capítulo hablaré de: Simón de Cireneo
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