El desencadenante de la violencia
Lo que desencadenó la violencia de sus adversarios fue la proclamación de la verdad por parte de Jesús, al decir que el hijo del hombre se sentaría a la diestra del Padre, en el trono de Hochmah, que es precisamente donde ha de conducirnos Cristo, el lugar en el que estaremos todos en el sexto Día de la Creación y donde el Padre nos acogerá para llevarnos a su propio trono en el séptimo Día.
Cuando vivimos en el error, cuando ese error constituye lo positivo y tangible que hay en nuestra vida, la verdad se manifestará en el polo negativo, y como la parte negativa de toda cosa está sometida a la violenta fuerza de repulsión que lo destroza todo, la manifestación de la verdad suscita siempre nuestra violencia. De ahí que al enunciarla Jesús, llovieran sobre él los golpes y los insultos.
Es preciso que nosotros, de algún modo, proclamemos la verdad allí donde sabemos que ha de suscitar el odio y el aborrecimiento, a fin de vincularnos a esas almas que viven de espaldas a la verdad y que no la descubrirían si alguien no la removiese.
Muchos son los “científicos” que combaten violentamente el pensamiento esotérico y todo lo relacionado con la fe y la divinidad. Pero serán ellos, en otra vida, los que llevarán la ciencia al descubrimiento de los otros mundos. Para que esto se haga así, es necesario que la verdad aparezca ante ellos, que los provoque, que los movilice en su contra, que se presente como aquello que debe ser aborrecido. De esta forma, conquistará el derecho a que aquella verdad figure inscrita en su próximo programa de vida, después de que la conciencia haya positivado las experiencias vividas desde el odio, al pasar por las regiones inferiores del Mundo del Deseo.
En el próximo capítulo hablaré de: la negación de Pedro
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