El consejo contra Jesús
“Llegada la mañana, todos los príncipes de los sacerdotes y ancianos del pueblo tuvieron consejo contra Jesús para quitarle la vida; y atado le llevaron y le entregaron al gobernador Pilatos. ¿Qué acusación traéis contra este hombre? les preguntó. Ellos respondieron: si no fuera un malhechor, no le hubiéramos puesto en tus manos. Díjoles Pilato: tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Le dijeron entonces los judíos. Es que a nosotros no nos es permitido dar muerte a nadie. Con lo que vino a cumplirse lo que Jesús dijo, indicando el género de muerte de que había de morir. Entró de nuevo Pilato en el pretorio y, llamando a Jesús, le dijo: ¿Eres tú el rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿Dices eso por tu cuenta u otros te lo han dicho de mí? Pilato contestó: ¿Acaso soy yo judío? Tu nación y los pontífices te han entregado a mí, ¿Qué has hecho? Jesús respondió: mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi reino, mi gente habría luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. Le dijo entonces Pilato: Luego, ¿tú eres rey? Respondió Jesús: tú lo dices. Yo, para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que pertenece a la verdad oye mi voz. Pilato le dijo: ¿Y qué es la verdad? Y dicho esto, de nuevo salió a los judíos y les dijo: yo no hallo en este ningún delito. Más como tenéis costumbre de que os suelte un reo por la Pascua: ¿Queréis que os ponga en libertad al rey de los judíos? Entonces de nuevo gritaron diciendo: ¡No a este sino a Barrabás! Era Barrabás un ladrón”. (Juan XVIII, 28-40).
Lucas nos da más detalles sobre este enfrentamiento de Jesús con los poderes civiles. Nos dice que “Pilato, gobernador de Jerusalén, habiéndose enterado de que Jesús era galileo, y encontrándose en Jerusalén Herodes, el gobernador de aquella región, se lo mandó para que fuese él quien decidiera la suerte de Jesús. Herodes se alegró de verle, porque había oído hablar mucho de él y esperaba de él una señal. Pero Jesús no respondió a las muchas preguntas que Herodes le hizo y como los príncipes de los sacerdotes y los escribas estaban presentes y lo acusaban insistentemente, Herodes acabo despreciándolo y, por burla, le puso una vestidura blanca y se lo devolvió a Pilato. En aquel día, precisa el cronista, Herodes y Pilato, que eran enemigos, volvieron a ser amigos”. (Lucas XXIII, 1-19). Marcos XV, 1-11).
Mateo intercala en este pasaje el episodio del arrepentimiento de Judas, el cual devuelve las monedas a los príncipes de los sacerdotes y ancianos, los cuales las rechazaron, por ser precio de sangre y compraron con ellas un campo destinado a dar sepultura a los peregrinos (Mateo XXVII, 1-21).
Comienza aquí la mañana de aquel viernes. El Sol se levanta tras esa larga noche en la que tantos y tan importantes acontecimientos suceden. En nuestra historia interna, vemos como dos fuerzas espirituales se enfrentan: la antigua, instituida, jerarquizada, poderosa, y la nueva, totalmente desamparada porque no quiere utilizar sus poderes. La antigua está dispuesta a dar muerte a la nueva espiritualidad naciente, porque sabe que si no la mata, acabará estableciéndose como una autoridad en nuestra vida, aniquilando a la antigua espiritualidad.
La nueva espiritualidad, por su parte, no piensa detenerse, porque sabe que el nuevo mundo que proclama no puede ser instituido por la simple palabra, sino que tiene que nacer en la tierra, tiene que encarnarse en los átomos que forman nuestra carne. Y para ello, su sustancia, su sangre, tiene que mezclarse con los componentes materiales de nuestro mundo para que estos, cuando encarnemos, nos transmitan el soporte básico de la nueva espiritualidad, de manera que cuando la voz de Cristo aparezca en lo alto de nuestra psique, encuentre en nosotros un cuerpo físico preparado para obedecer sus mandatos, y no un cuerpo cuya dinámica es hostil a la nueva espiritualidad.
Ya hemos visto que la calidad del ocupante interno que nos facilita las fuerzas necesarias para llevar a cabo nuestros propósitos depende de la frecuencia vibratoria de nuestros átomos. La muerte de Cristo, la infusión de Hochmah en nuestro Malkuth-Tierra, produciría esa materia capaz de sostener en los cuerpos formados con ella a las fuerzas que trabajan con el segundo aspecto de la divinidad llamado Hijo.
En el próximo capítulo hablaré de: la tierra de la espiritualidad
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