El beso de Judas
“Hablaba aún con sus discípulos cuando Judas, uno de los doce, llegó acompañado de numerosa muchedumbre armada con espadas y bastones, enviada por los principales sacrificadores, los escribas y por los ancianos del pueblo. El que iba a entregarle les había dado este signo: aquel a quien dé un beso, es él; apresadlo. Inmediatamente, aproximándose a Jesús, le dijo: ¡Saludos Rabí! Y lo besó. Jesús le dijo: amigo, lo que has venido a hacer, hazlo. Entonces esas gentes se avanzaron, pusieron las manos en Jesús y lo prendieron. Judas conocía el lugar en que se reunían los discípulos de Jesús porque a menudo había ido allí con ellos. Cuando Jesús se vio aprehendido, les dijo: ¿A quién buscáis? A Jesús de Nazareth, dijeron. Soy yo, respondió Jesús y puesto que es a mí a quien buscáis, dejad que estos se vayan. Dijo esto a fin de que se cumpliera la palabra que él diera: no he perdido ni a uno solo de esos que me has dado”. (Mateo XXVI, 47-50. Marcos XIV, 43-46. Lucas XXII, 47-48. Juan XVIII, 1-9).
Judas inicia aquí su actuación estelar. Es su gran noche, la que había de perpetuar su nombre por los siglos de los siglos. El signo de identificación para los hombres armados es el beso. El beso en los labios, tal como era de uso en la sociedad de aquel tiempo, un beso por el que se establece una comunicación de corazón a corazón.
Ya vimos, al hablar del derrame de los ungüentos en Betania, por parte de María, la hermana de Lázaro, que Judas realiza, en el discipulado de Jesús, las mismas funciones que Yesod en el Árbol Sefirótico. Yesod es de algún modo el «traidor» en ese Árbol; es el que «vende» todos los meses nuestros propósitos internos al mundo exterior. Cuando Yesod-Judas, cuya imagen cósmica externa es la Luna, se reúne en el espacio todos los meses con el Sol, se produce lo que los astrónomos llaman una conjunción Sol-Luna (o fenómeno de Nueva Luna), en la que ambos astros entran en relación íntima y la Luna arrebata al Sol, representante de la voluntad-conciencia, sus contenidos para entregarlos a los sacrificadores y escribas.
El beso de Judas se produce todos los meses en el momento de la Nueva Luna, pero en el mes de Abril, el Sol, que es el representante de nuestro maestro individual, de nuestro Ego Superior, va cargado con las virtudes del Padre y del Hijo, puesto que transita por el signo de Aries y en este último se encuentra la puerta de comunicación entre Dios y el ser humano. En el mes de Abril, la traición de Judas reviste caracteres magnos, porque no se trata de la traición a nuestra intimidad, sino al mismo Dios, el cual ve arrebatada su sangre para permitir la transmutación de la naturaleza humana. Una vez más, en virtud de este beso de Judas, la sangre del divino cordero de Aries, será derramada para salvar a los elegidos.
¿Qué ocurriría si Judas no traicionara? Veámoslo primero en nuestra organización humana interna. El Ego Superior, que actúa en nosotros a través del Sol, el cual toma en nuestro organismo físico la forma del corazón, va centralizando todos los impulsos que recibe de los centros de vida que figuran en el Árbol de la Vida. En primer lugar se encarga de realizar su propio programa, integrando en su voluntad creadora los impulsos procedentes de Hochmah y de Binah, centros situados en el mundo de las Emanaciones, que es el más próximo al espacio en que se mueve el Ego. Luego, integra a esa voluntad creadora los impulsos que vienen de Hesed y Gueburah, emanados de la personalidad sentimental. Finalmente, acoge también los que recibe de Netzah y Hod, los dos vigías que se encuentran en las puertas del mundo material que contienen el pensamiento humano, el que se ha formado con las observaciones procedentes de las experiencias en la Tierra, en Malkuth, el mundo de abajo.
En el próximo capítulo hablaré de: retribuir los servicios
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