Descender de la montaña
Al descender de la Montaña, es decir, cuando Jesús descendió de la altura espiritual a la que se había elevado para pronunciar su sermón nos dice la crónica sagrada que el primer ser humano, entre la multitud que lo seguía que se acercó a él, fue un leproso, el cual postrándose, le dijo: «Señor, si tú lo quieres, puedes volverme puro, Jesús extendió la mano, lo tocó y dijo: Sí quiero, sé puro, y al momento se vio purificado de su lepra”. (Así empieza el capítulo 8 de Mateo VIII, 1‑4).
Este pasaje nos muestra, en primer lugar, como ya hemos indicado anteriormente, que el primer acto, para seguir el camino iniciático de Cristo, debe ser el de curar a los enfermos. Es decir, debemos transmitir armonía a través de nuestros actos, de nuestra forma de ser, de manera que podamos ayudar a los que nos rodean a restablecer su flujo energético, ya que la enfermedad es una alteración de ese flujo. Para ello es preciso bajar de la montaña de la espiritualidad y visitar el país de los hombres para restablecerlos. Dicho de otro modo, debemos acompasar nuestro nivel vibratorio, nuestra luz, para conectar con los que están en un punto de la escalada distinto al nuestro.
En segundo lugar, dice la crónica sagrada, y lo repetiría a menudo, que el leproso se le acercóyse prosternó ante él. O sea, se curó al acercarse a Cristo. Nosotros, por nuestra forma de ser, debemos propiciar este acercamiento. Si Jesús hubiese permanecido en la montaña, con sus apóstoles, la multitud no hubiera podido llegar hasta él y el acercamiento del leproso no se hubiera producido. Si se hubiera mantenido en su alto nivel espiritual, le habría resultado imposible al “pueblo llano” acercarse a él.
Descender de la montaña significa situarse al alcance de los habitantes del valle y para ello será preciso que nos disfracemos con sus hábitos, que nos manifestemos como ellos se manifiestanaunque esa manifestación cueste un esfuerzo porque ya no corresponde a nuestra verdad interna.
A menudo el aspirante a la vida espiritual, el que está en la senda de su crecimiento, se aburre en los encuentros sociales, cuando tiene que hablar de temas que ya considera banales. Es aquí donde debe pasar la prueba de descender de la montaña.
En el próximo capítulo hablaré de: Urano, la piel, el amor
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